Dra. Beatriz Beltrán: «El exceso mantenido de cortisol disminuye la síntesis de colágeno y elastina»
"Las caras con aumento de cortisol suelen presentar hinchazón, retención de líquidos y rasgos más redondeados o abultados en las mejillas"
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Los rumores son ciertos: si no controlamos el estrés podemos empezar a notarlo de muchas maneras. «El estrés provoca acné, caída del cabello y fotoenvejecimiento. Y sí, una vida estresante acelera la aparición de líneas de expresión y arrugas», afirma la Dra. Beatriz Beltrán, fundadora de la clínica Beatriz Beltrán en Paseo de Gracia en Barcelona; especialista en medicina interna, estética y nutrición.
El estrés, según la especialista, único miembro español de la Sociedad Internacional de Complicaciones Estéticas (ISAC, por sus siglas en inglés), contribuye a la formación de arrugas en la piel porque aumenta los niveles basales de cortisol y desencadena la degradación del colágeno. Como consecuencia la piel adelgaza, aparecen arrugas de expresión (en frente y entrecejo) y se instala de forma permanente un rostro cansado y enfadado.
La doctora Beltrán sostiene que el aumento de cortisol también empeora afecciones cutáneas inflamatorias preexistentes (como el eccema, la psoriasis y el acné) y aumenta la pérdida de agua transepidérmica y provoca deshidratación. Por último, el estrés puede causar una respuesta inflamatoria en el cuerpo, conocida como hinchazón por cortisol: personas sienten que acumulan peso en el abdomen o el rostro (cara de luna) debido a los altos niveles de estrés. Y eso mismo ocurre en la piel, ya que la inflamación aumenta el estrés oxidativo inhibe la capacidad natural de la piel de reparación y regeneración.
PREGUNTA.- Dra. Beltrán, ¿podría explicarnos de forma sencilla cómo el estrés afecta directamente a nuestra piel y qué mecanismos biológicos desencadena para la aparición de arrugas y otras afecciones cutáneas?
RESPUESTA.- Por supuesto que el estrés afecta directamente a la piel. Cuando vivimos situaciones de tensión o ansiedad, nuestro organismo libera cortisol y adrenalina, hormonas que alteran el equilibrio cutáneo y aceleran el envejecimiento.
El cortisol reduce la producción de colágeno y elastina, responsables de la firmeza y elasticidad de la piel, y aumenta los niveles de inflamación y radicales libres, lo que favorece la aparición de arrugas, flacidez y pérdida de luminosidad. Además, el estrés produce vasoconstricción, disminuyendo el aporte de oxígeno y nutrientes a las células, y debilitando la barrera cutánea.
Estos cambios explican por qué bajo estrés se observan brotes de acné, rosácea o dermatitis , así como una piel más sensible, reactiva y apagada. Incluso los microgestos de tensión, como fruncir el ceño o apretar la mandíbula, contribuyen con el tiempo a marcar más las líneas de expresión.
P.- Menciona usted que el estrés puede provocar un «rostro cansado y enfadado» y «hinchazón por cortisol». ¿Podría describirnos con más detalle estos efectos visibles y cómo los pacientes pueden identificarlos?
R.- Las caras con aumento de cortisol —la principal hormona del estrés— suelen presentar hinchazón, retención de líquidos y rasgos más redondeados o abultados, especialmente en las mejillas. Son rostros que tienden a verse más inflamados, con «mofletes» y pérdida de definición del óvalo facial.
El cortisol altera el equilibrio del sistema linfático y la microcirculación, lo que favorece la retención de agua en los tejidos blandos, sobre todo en la región malar (pómulos y mejillas) y en la zona de los ojos. Este fenómeno puede acompañarse de enrojecimiento facial, fragilidad capilar (pequeñas venitas visibles o cuperosis) y una mayor sensibilidad cutánea, ya que el estrés crónico debilita la función barrera de la piel.
Desde un punto de vista biológico, el exceso mantenido de cortisol también disminuye la síntesis de colágeno y elastina, proteínas fundamentales para la firmeza y elasticidad cutánea. Esto se traduce con el tiempo en una piel más fina, apagada y con pérdida de tono, incluso en personas jóvenes.
Además, el cortisol interfiere con la regeneración celular y con la microbiota cutánea, lo que favorece la aparición de acné inflamatorio, rosácea o dermatitis en pacientes predispuestos.
Por tanto, el «rostro del estrés» se caracteriza por:
• Hinchazón generalizada, sobre todo en mejillas y contorno ocular.
• Enrojecimiento o rubor malar persistente.
• Piel sensible y reactiva.
• Rasgos tensos, cansados o enfadados.
• Pérdida de luminosidad y textura irregular.
P.- Dado que el estrés es una parte inevitable de la vida moderna, ¿qué consejos prácticos y accesibles nos daría para prevenir la aparición de arrugas relacionadas con el estrés, más allá de los tratamientos clínicos?
R.- Por supuesto que podemos tratar los signos del estrés en la piel, y también actuar sobre su origen. El estrés sostenido puede manifestarse con acné, rosácea, piel apagada o arrugas de expresión marcadas, ya que la tensión emocional altera la función de las glándulas sebáceas, la microcirculación y la regeneración celular.
En consulta, podemos abordar estos efectos con cosméticos antiinflamatorios, limpiezas profundas, láseres suaves que reducen la inflamación cutánea y tratamientos con miomoduladores (toxina botulínica) para suavizar las líneas de expresión producidas por una mímica facial más constante, típica de estados de ansiedad o cansancio emocional.
Sin embargo, lo más importante no es solo tratar lo que se ve, sino tratar la causa del estrés. Por ello, en mi práctica clínica he incorporado la estimulación transcraneal, una técnica no invasiva que activa zonas cerebrales relacionadas con la gestión emocional y el bienestar. Mediante corrientes eléctromagnéticas de baja intensidad, se estimulan áreas del cerebro que pueden estar «hipofuncionantes» por el estrés crónico, favoreciendo la liberación natural de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, que mejoran el ánimo, el descanso y la capacidad de respuesta ante el estrés.
No es necesario llegar a un punto de ansiedad que requiera medicación: si una persona nota irritabilidad, cansancio persistente, insomnio o falta de motivación, puede ser el momento de actuar de forma preventiva. La estimulación transcraneal, combinada con hábitos saludables y tratamientos médico-estéticos personalizados, ayuda a recuperar el equilibrio físico y mental, logrando que el rostro vuelva a reflejar serenidad, descanso y salud.
P.- En cuanto a los tratamientos para las arrugas ya instaladas, ¿cuál considera que es la rutina cosmética esencial que cualquier persona debería seguir, y qué papel juegan ingredientes como la vitamina C y los retinoides?
R.- Llevar una rutina diaria de cuidado e higiene facial es clave para mantener una piel sana, luminosa y resistente al estrés. La piel acumula impurezas y células muertas que obstruyen el poro y aceleran el envejecimiento. Por ello, la limpieza y la exfoliación son el primer paso fundamental. Se recomienda limpiar mañana y noche, y exfoliar una o dos veces por semana con ácidos suaves (AHA/BHA) para eliminar células muertas y mejorar la textura. En el tratamiento diario, los retinoides son esenciales por la noche: estimulan la renovación celular, mejoran la elasticidad y aumentan la producción de colágeno y elastina. Por la mañana, la vitamina C aporta luminosidad y protege frente al daño oxidativo. En pieles grasas, puede combinarse con alfa hidroxiácidos en días alternos; en pieles sensibles o con rosácea, es preferible emplear activos calmantes como niacinamida, ácido azelaico o centella asiática.
Los antioxidantes complementarios (como resveratrol, coenzima Q10 o ácido ferúlico) y los péptidos potencian la firmeza y regeneración cutánea. Ninguna rutina es completa sin un fotoprotector diario de amplio espectro (SPF 50), incluso en días nublados, ya que el sol sigue siendo el principal factor de envejecimiento cutáneo. En conjunto, una rutina basada en limpieza, exfoliación, antioxidantes, retinoides e hidratación, adaptada a cada tipo de piel, ayuda a prevenir arrugas, mejorar la textura y contrarrestar los efectos visibles del estrés
P.- Ha introducido la terapia de estimulación cerebral Exomind como una novedad para abordar el manejo del estrés. ¿Cómo funciona exactamente esta tecnología y qué tipo de pacientes se benefician más de ella?
R.- Se ha demostrado que la piel y el estrés no son buenos aliados. El estrés sostenido altera la producción de cortisol, debilita la barrera cutánea, aumenta la inflamación y acelera la pérdida de colágeno y elastina. Todo ello se traduce en una piel más apagada, sensible y envejecida. Por eso, para lograr resultados realmente eficaces y duraderos en los tratamientos estéticos, es fundamental que exista también un equilibrio y bienestar mental.
No es necesario llegar a tener un trastorno de ansiedad o depresión para necesitar ayuda: los primeros signos —como irritabilidad, dificultad para dormir, cansancio o tensión constante— ya indican un desequilibrio emocional que puede repercutir tanto en la salud como en la piel.
En este contexto, tecnologías innovadoras como Exomind, basadas en la estimulación cerebral no invasiva, permiten actuar sobre las áreas del cerebro que regulan el estrés y el estado de ánimo, especialmente la corteza prefrontal dorsolateral izquierda, zona muy relacionada con la ansiedad y la motivación.
Mediante leves impulsos magnéticos, esta técnica reactiva neuronas que se encuentran “adormecidas” por el estrés crónico, favoreciendo la liberación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina. El resultado es un estado de ánimo más equilibrado, mejor descanso, mayor energía y una sensación general de bienestar.
Cuando un paciente se siente mejor, duerme mejor y gestiona mejor el estrés, su piel también responde: mejora la oxigenación, la microcirculación y la capacidad regenerativa, potenciando los resultados de los tratamientos médico-estéticos.
En definitiva, Exomind es un tratamiento complementario que va más allá de la piel. No solo nos ayuda a vernos bien, sino también a sentirnos bien, logrando una mejora integral que une salud, belleza y equilibrio emocional.
P.- ¿Cuáles son los resultados más significativos que ha observado en sus pacientes al combinar tratamientos estéticos con la terapia Exomind, y por qué considera que este enfoque integral es superior?
R.- No sólo ayudamos a mejorar la apariencia externa, sino también el bienestar interno del paciente.
Cuando abordamos el tratamiento desde una perspectiva integral, no solo corregimos arrugas o flacidez, sino que contribuimos a que el paciente se sienta mejor mental y emocionalmente: más tranquilo, seguro y positivo.
Este equilibrio interior se refleja de forma directa en el rostro: la expresión cambia, la piel mejora y los resultados son más naturales y duraderos. En definitiva, cuando el bienestar emocional fluye desde el interior, la belleza se manifiesta de forma más auténtica, y los pacientes no solo se ven mejor, sino que realmente se sienten mejor en todas las esferas de su vida.
P.- Finalmente, ¿qué mensaje clave le gustaría transmitir a nuestro público sobre la importancia de cuidar tanto la salud mental como la física para lograr un bienestar integral y una piel saludable?
R.- En medicina estética hemos aprendido que cuidarse por fuera es importante, pero no suficiente. Hace años entendimos que al combinar los tratamientos externos con el cuidado interior, a través de suplementos micronutricionales y una buena salud metabólica, los resultados estéticos mejoraban notablemente: la piel respondía mejor, los tejidos se regeneraban con más eficacia y la luminosidad era más duradera.
Hoy damos un paso más. Sabemos que si el paciente no está emocionalmente equilibrado, por mucho que cuidemos el exterior y el interior, los resultados no serán óptimos. Por eso, incorporar terapias que ayuden a reducir la ansiedad y mejorar el manejo del estrés, como la estimulación cerebral no invasiva (Exomind), nos permite alcanzar una satisfacción global mucho mayor.
Este es el nuevo paradigma de la medicina estética: trabajar el exterior, el interior y la mente, para que el paciente no solo se vea mejor, sino que también se sienta emocionalmente en equilibrio y plenamente bien consigo mismo. Es un enfoque innovador que, sin duda, marcará el futuro de la medicina estética.