Yolanda clona la «Operación Fernández Ordóñez»

Yolanda clona la «Operación Fernández Ordóñez»

Tengo sobre la mesa un opúsculo, La España necesaria, escrito por Francisco Fernández Ordóñez que se publicó -casualidad- el mismo día en que el autor abandonó el gran partido de la Transición, la UCD de Adolfo Suárez, el grupo con el que se había presentado a las elecciones generales de 1979. Me entregó el libro Ordóñez en la sede de la Constructora Laing (entonces las incompatibilidades eran más flexibles) y escribió la siguiente dedicatoria: «A Carlos Dávila en la esperanza de ser comprendido». Se lo agradecí de este modo: «Te entiendo porque sé lo que vas a hacer». Sonrió y me contestó cáustico: «No te conviertas en adivino, sólo eres periodista». No era un augur, era precisamente un informador avisado. Su trayecto estaba perfectamente dibujado. Primero, rompió el citado socialdemócrata el carnet centrista, luego constituyó en el Congreso un Grupo Parlamentario propio, después fundó  una insignificante asociación, el PAD, Partido de Acción Democrática, más tarde, ya en la campaña electoral, encontró acomodo en las listas del PSOE por Madrid compuestas a martillazos por, quien más quien menos, aventaba ya la victoria de González, y tras ese triunfo su mínimo equipo al grito de: ¡Ya no somos necesarios!», se integró en el puño y la rosa y él, Ordóñez, fue designado nada menos que presidente del gran banco estatal a la sazón: el Exterior de España. Fue un puesto con vocación de perentoriedad porque lo suyo era el Gobierno, y allí entró en cuanto el peculiar Fernando Morán fue depuesto por su coherente oposición a la permanencia de España en la Alianza Atlántica.

He realizado este exordio amplio en forma de recuerdo porque también soy advino para el presente caso. La cuádruple, o incluso quíntuple maniobra entonces de Fernández Ordóñez es ahora, con toda certeza, clónica de la que perpetran, y ya han empezado, Sánchez y Yolanda Díaz. Primero, la comunista se divorció de sus colegas de origen, los radicales de Podemos, y segundo, aparece en este momento como fiel aliada del narcisista de La Moncloa. A continuación, obrará lo que ya en otras ocasiones hemos avanzado: hará del fantasmal Sumar un partido-escolta del PSOE. En poco tiempo, y en cuanto se llame a rebato electoral, se colará en la alternativa socialista para diciembre, y si Sánchez vuelve a vencer -¡Dios no lo quiera!-  y a formar Gobierno, que esa es otra, volará a toda su cuadrilla y regresará al Ejecutivo tildado falsamente de «progesista» hasta convertirse en la sucesora del propio Sánchez, en la «presidenta segunda» como la denominó el histriónico Patxi López.

El recorrido es tan crudo como explícito. Las migajas políticas que esta febril y repipi comunista va sembrado desde que decidió poner los cuernos a su primer mecenas, Iglesias Turrión, han dejado pistas indelebles. La fórmula está directamente pactada con su cómplice Sánchez quien, sin disimulo alguno, la obsequió en la estulta moción de censura que se inventó Vox a mayor honra y gloria del presidente con el único objetivo de horadar el prestigio de Feijóo. Una hora de tostón oratorio prendida de chulescas admoniciones a la odiada derecha y de lametones a un Gobierno que presentó como el más glorioso de la Historia de España. Quedó claro en su insufrible latazo que con Sánchez hasta el final, y que con Podemos ha terminado. Sus antiguas colegas de agitación populista, Belarra y Montero, crujían los dientes en sus escaños, musitando entre ellas los efectos de la traición que su ex compañera de fatigas estaba presentando. A lo peor no saben las mencionadas que a Díaz imputaciones como estas le traen exactamente por una higa, porque ella es experta en ametrallamientos políticos y personales idénticos al que un día programó contra el padrecito Beirás, un independentista envuelto siempre en el galleguismo izquierdista que todavía debe estar preguntándose cómo es posible que se fiara de aquella santiguesa entonces vestida de prácticos harapos.

Ahora se dispone a ir cumplimentado cada uno de los pasos aquí descritos. Está afectada Yolanda Díaz por una patología, la «furia de los conversos», una enfermedad contagiosa que se ceba en todos los enemigos que antaño fueron irreconciliables y que se transforman por interés en amigos cobistas y vocingleros. Algo parecido a lo que le sucede a ese Patxi López («¿Tú sabes, Pedro, lo que es una nación?») pero en cursi subido e igualmente desvergonzado. Con Sánchez ha preparado Yolanda una estrategia para eliminar los últimos vestigios del 15-M. Esos que ya no le resultan útiles ni a ella, ni a su conmilitón Sánchez. Ambos están seguros -y aquí les asiste la razón-  de que manda e influye mucho más el BOE que los panfletos caducos de la Puerta del Sol. Yolanda no se ha ofrecido con las manos vacías; ha acudido al regazo de su amante político, floreada con la sumisión de las Comisiones Obreras, ya absolutamente adquiridas por el Ministerio de Trabajo.

Con instrumentos gozosos como éste no es extraño que Sánchez presuma de la paz social que dice haber logrado. Sólo la ha decretado rota para violentar la vida de la presidenta madrileña Díaz Ayuso, lo ha hecho de la mano, eso sí, de una escudera de Yolanda, la médico-madre que sin duda se va a hacer notar el día 2 en el Ramiro de Maeztu, instituto en el que cursó su formación humana, es un decir, Pedro Sánchez. Este ha calculado que los beneficios que arrastrará el ejecutar en la plaza pública, con luz y taquígrafos, a la última escoria de Podemos, son sumariamente mayores que los perjuicios que podría depararle una aplazada ruptura. Todo lo tienen calculado uno y otra, hasta la estimable contribución que añadirán a la causa los voceros de Vox, ya transformados sin duda alguna en una de las piezas de la pinza que han articulado contra Feijóo, una relación a la que se adosan estúpidamente los mismos que, desde una dudosa derecha, vuelcan sobre el presidente popular, por ejemplo, el desastre de las pensiones urdido por el antipático Escrivá. Son profetas del «sí, pero…» que se piensan incólumes ante la próxima agresión, que la habrá, de Sánchez contra el Periodismo. Si no sonara a franquismo, contra el que por cierto nunca se manifestaron, podrían atender por aquello de “compañeros de viaje”.

 

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