¿De verdad ETA fue derrotada?

¿De verdad ETA fue derrotada?

La última ha sido la de Arnaldo Otegi (el ex etarra, “hombre de paz”, al decir del inexportable Zapatero) que sigue en “pie hasta la independencia”.

Secuestró y formó parte de una organización asesina, pero, al menos, no engaña a nadie. Continúa persiguiendo el mismo objetivo que cuando era miembro de una banda terrorista. ETA tuvo un objetivo: la independencia del País Vasco. Hoy no mata físicamente, cierto; ha cambiado las pistolas humeantes con disparos en la nuca de sus víctimas inocentes y las bombas rompedoras por el artero arte del camuflaje, embozado como “socio preferente” del Gobierno Sánchez. Desde ahí, los herederos envalentonados reescriben su historia asesina y, lo que es más decisivo, lleva ventaja social y política en el País Vasco, cuyas gentes (en su conjunto, excepto las víctimas) permitieron que una banda asesina determinase sus vidas.

Dentro de poco Bildu estará en el poder autonómico y, a partir de ahí, se consumará su victoria. Baste recordar que en días pasados, Mikel Iturgaiz, el niño que se desarrolló en aquel caldo de cultivo de miedo, amenazas y  extorsiones simplemente por ser hijo de un dirigente del Partido Popular, ha sido de nuevo insultado y amenazado entre los aplausos hoscos de los herederos etarras. Bildu, tan partidario de la paz y la concordia, se ha negado a condenar esos actos de barbarie y vuelve el retrato al blanco y negro, por mucho que socialistas, comunistas y la podemia se llaman a aldanas. De hecho, la podemia se ha mimetizado de tal modo con los bilduetarras que es francamente difícil diferenciarles.

Los guettos sociales y políticos en el País Vasco persisten. La antigua ETA celebra las excarcelaciones de asesinos convictos y confesos con alharacas y confetis. De verdad, ¿la banda fue derrotada como subraya el discurso oficial que no admite al respecto ni siquiera matices? El tal López que llevó a sus hombros compañeros asesinados por la caverna hace ahora “contorsiones jurídicas” para justificar lo que no puede aparecer limpio ante la Historia.
Y, ¿de Marlaska qué? La Historia le juzgará.

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