Entre Vallecas y Angola

Entre Vallecas y Angola

La «batalla de Madrid» a la que me referí la pasada semana en este mismo espacio, va tomando una mayor dimensión política cada día que pasa, como consecuencia de haber convertido Sánchez en una cuestión casi de «prestigio» personal el apartar a Isabel Díaz Ayuso de la presidencia de la CAM.

Pero ese mismo hecho ha causado  el efecto contrario, en aplicación del principio de acción-reacción: convertir la victoria electoral del 4-M en una virtual derrota de Sánchez, como si las elecciones madrileñas fueran unas primarias de los próximos comicios  generales, que no olvidemos se deben producir en el mismo año 2023 en el que volverán a convocarse elecciones municipales y autonómicas, salvo adelantos siempre posibles en Sánchez.

Acontecimientos de esta última semana acentúan la conciencia de unos y otros de que, siendo muy importante en sí misma la Comunidad madrileña —por peso económico, demográfico y político—, lo que está en juego trasciende el Gobierno regional de Madrid, para afectar de lleno en el Gobierno de la Nación. Si la salida del Vicepresidente Iglesias del Ejecutivo de Sánchez para disputarle a Ayuso el despacho de la Puerta del Sol, ya era un exponente claro de esta realidad, ahora se confirma plenamente con el «candidato» Sánchez bajando en persona a la arena electoral y relegando a un papel secundario en la batalla al moderado y sensato Gabilondo.

Tan lejos está llevando esta estrategia la célula monclovita al mando de la campaña, que se ha producido «lo de Angola». Es inimaginable que un dignatario extranjero de visita oficial en un país haga declaraciones en clave electoral interna y, a mayor abundamiento, en contra de otra  autoridad de su propio país, descalificando su actuación en la pandemia como argumento.

Por si todo ello no fuera ya suficiente, Iglesias ha embarrado el territorio político en disputa,  erigiéndose de facto en señor feudal con derecho a decidir quién está legitimado y quién no para pedir el voto de los ciudadanos, al parecer considerados por él como siervos de la gleba electoral. Tal ha sido lo sucedido en Vallecas donde, según su opinión y la de sus seguidores, no tiene derecho a realizar actos políticos de campaña la tercera fuerza política del Congreso, que además tiene significativa presencia en la Asamblea y en el Ayuntamiento.

Ver en Vallecas a esa banda de auténticos delincuentes y matones encapuchados, nos remite a los CDR de Cataluña y a los homónimos del País Vasco, que quieren exportar al conjunto de España, en este caso a la capital nada menos, su  «kale borroka» de terrorismo callejero con los mismos «argumentos».

Este hecho no puede considerarse como una anécdota desgraciada de precampaña, por cuanto detrás de esta actuación de los agresores subyace una ideología totalitaria que se ha demostrado como una realidad en zonas y localidades del País Vasco y Cataluña, convertidas en territorio hostil para quienes no comulgan con las ruedas de molino del separatismo xenófobo y etnicista de unos y otros.

Ese totalitarismo de los autodenominados «antifas» sólo se impone violentamente cuando se renuncia a defender los derechos sin utilizar sus mismas armas, a pecho descubierto, con la fuerza de las convicciones y la palabra, y con el aval y apoyo de quienes tienen el deber de defender el Estado democrático y de derecho en los cuatro puntos cardinales del territorio nacional.

Este próximo domingo comienza oficialmente la campaña, que terminará nada menos que el domingo 2 de mayo. Esa fecha conmemora un acontecimiento grabado en la verdadera memoria histórica de España: el levantamiento heroico de un pueblo dispuesto a luchar por su independencia y su libertad nacional frente al invasor Napoleón. Resulta fácil extrapolar esa fecha a lo que se dirimirá dos días después en las urnas, pero llegar a esos extremos no es preciso ni adecuado, aunque en este caso sea Pablo Iglesias quien pretenda imponer a los madrileños su particular visión de la democracia y la misma libertad con el apoyo del «emperador» Sánchez.

 

 

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