Con Trump vivíamos mejor (y más seguros)
Llevamos años de cantinela machacona de la hiprogresía (la progresía hipócrita), advirtiéndonos de un mundo inseguro y catastrófico si Donald Trump llegaba a la Casa Blanca. Recordarán el estribillo perverso con el que los enemigos de la libertad nos sacudían los oídos en las tertulias y debates. Trump era un trasunto demoníaco cuyas formas, chabacanas y maleducadas, nos conducía sin remisión a un conflicto armamentístico permanente. Resulta que los cuatro años que duró la administración del cuadragésimo quinto presidente norteamericano (y cuadragésimo séptimo en unos meses) fueron los últimos en más de medio siglo en los que el planeta no vivió conflicto alguno ex novo. Fue, en todo ese tiempo, el dirigente que más y mejor cumplió el programa electoral con el que se presentó a las elecciones (¿no pedimos estos en un político?), superando expectativas y adhiriendo votos de colectivos en principio imposibles de persuadir por los republicanos. Con esto y mediante una política de Guerra Fría y calma tensa, controló, a su manera, los impulsos de sátrapas y dictadorzuelos repartidos por el orbe.
Su legado fue tan pacífico como bélico el de Obama y Biden, presidentes que antecedieron y sustituyeron al millonetis de pelo revoltoso y que no han dejado de provocar, patrocinar e impulsar guerras. Pero como la mentira de la izquierda caviar domina el relato mediático e institucional, a Obama le entregaron el Nobel de la Paz mientras el orador pluscuamperfecto terminaba de escribir junto a Hillary Clinton el discurso de invasión a Siria y a Trump le condenaron por belicista cuando lo único que defendía era un retorno a la doctrina Monroe (América para los americanos) y ni siquiera eso sucedió. Ahora, los adalides de la paz terrenal callan su alto el fuego observando al senil Biden, cuya evidente demencia obliga a que los asuntos los dirijan y gestionen otros, imponer las guerras que no convienen mientras evita las luchas que Occidente sí necesita.
Cuando el terror desafía la libertad y el mal persigue el triunfo, la equidistancia es la cobardía moral más repugnante que existe. Que Irán ataque Israel sólo obedece al perpetuo deseo de la teocracia islámica liberticida de imponer su modelo de Estado en la zona que dirime el paso de la democracia liberal y parlamentaria frente a su tenebrosa contraparte. Que le quede claro a la izquierda mentecata y al acomplejado medio: si Israel cae, es cuestión de tiempo que Occidente sea una taifa en manos del peor extremismo que existe hoy en el mundo. Desde que los terroristas de Hamás atacaron con alevosía a inocentes ciudadanos israelíes, la opinión pública, ignorante y sumisa a la narrativa buenista, se apresuró a pedir precaución a Israel en su respuesta. Y aunque podamos, y debemos, cuestionar el desproporcionado uso de la fuerza que la única democracia de la zona en Oriente Próximo está ejercitando para defenderse y proteger a sus ciudadanos, la razón nos empuja a posicionarnos en favor del Estado que más se acerca a los principios que en Europa siempre hemos defendido: vida, libertad, ley y propiedad privada.
Israel debe responder al desafío lanzado por Irán, que por primera vez no usa peones intermediarios, sino que va de frente. No hacerlo significaría, por mor de la geopolítica de la región, expandir un mensaje que conllevaría en el futuro a reproducir el mismo ataque o a incrementar su gravedad. Como bastión de Occidente frente al terror islámico y totalitario que le rodea, el apoyo a Israel debe ser sin remisiones, con la crítica ferviente a su gobierno y al extremismo que en él poseen algunos miembros destacables. Así lo han hecho todas las cancillerías democráticas decentes, salvo la española, que, como es habitual en el sanchismo putrefacto, ha preferido las medias tintas del equilibrismo espurio y sectario. Porque ya sabemos que el autócrata, en su día felicitado por Hamás y aupado al poder en España por delincuentes convictos y confesos, siempre abrazará el terror antes que la libertad y el oprobio antes que la valentía. Lo importante, nos repite la cobarde y mentirosa hiprogresía, es que dentro de unos meses no vuelva a ganar Trump, para que el mundo siga respirando con la tranquilidad y la seguridad permanentes de las que disfrutamos hoy.
Coda: El nefasto ex director del CNI en la época de Aznar, Jorge Dezcallar, el hombre que informaba al PSOE puntualmente del minuto a minuto del atentado terrorista del 11M en Madrid antes que al Gobierno del que formaba parte, se ha descolgado con unas miserables declaraciones en las que afirmaba que Irán se ha equivocado porque le ha dado a Israel la oportunidad de volver a obtener «la simpatía y solidaridad que había perdido». Toda nación libre tiene sus quintacolumnistas, todo Estado sus cobardes aliados del mal y nosotros tenemos a dezcallares protegiéndonos. Normal que nuestras fronteras sean la mantequilla con la que las mafias untan sus cuentas.
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