OPINIÓN

Trump: pocas bromas con el canal en Panamá

Trump: pocas bromas con el canal en Panamá

El espectáculo de Donald Trump sacudiendo el mundo como si jugara con una bola de malabarista me parece asombroso. Los acontecimientos que en la Guerra Fría se prolongaban durante semanas, acompañados de debates en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reuniones en la cumbre y largas negociaciones, ahora suceden ante nuestros ojos y son cuestión de horas o de pocos días. Asistimos al imperio de la voluntad de un solo hombre sobre casi toda la humanidad. Y mientras busca la paz en Ucrania, en Panamá se vuelven a establecer tropas de EEUU.

El canal de 82 kilómetros de largo que corta el pequeño país centroamericano entre el Caribe y el Pacífico no es la principal vía de comunicación marítima del mundo, ya que le superan en tráfico los estrechos de Malaca, Gibraltar y Ormuz y el canal de Suez; pero para Estados Unidos es vital, pues pone en contacto las dos costas del país-continente y permite la llegada de mercancías desde Asia a sus puertos atlánticos. Las otras alternativas son el mar de Hoces, al sur, demasiado lejano, y el mar Ártico; de ahí la fijación de Trump con Groenlandia.

Tan importante es el canal que Estados Unidos animó la independencia de Panamá en 1903 cuando las instituciones de Colombia rechazaron conceder el terreno para su construcción en las condiciones exigidas por Washington. El canal se inauguró en agosto de 1914, ya comenzada la Primera Guerra Mundial. Y tanto la obra como el terreno en ambas márgenes hasta ocho kilómetros (casi 1.500 kilómetros cuadrados) y el espacio aéreo quedaron bajo soberanía de Washington. Los presidentes James Carter y Omar Torrijos firmaron una serie de tratados en 1977 por los que el 31 de diciembre de 1999 Panamá asumiría la soberanía y el control total del tráfico del canal, así como su defensa. Sin embargo, Estados Unidos se reservó el derecho permanente de defender el canal de cualquier amenaza contra su uso neutral por parte de buques de todas las naciones.

Entre diciembre de 1989 y enero de 1990, Estados Unidos invadió Panamá para derrocar al dictador militar Manuel Antonio Noriega, sostenido hasta entonces por Washington, a pesar de participar en el tráfico de drogas. Una de las consecuencias de esta invasión, que causó en torno a 500 muertos panameños, fue la supresión de las Fuerzas Armadas locales. Del orden y la vigilancia se encargan ahora, como en la vecina Costa Rica, pequeñas unidades terrestres, navales y aéreas, compuestas por poco más de 30.000 personas, con armamento ligero y el estatus de fuerzas policiales.

Por ello, son frecuentes los ejercicios conjuntos con militares de Estados Unidos y de otras naciones. El último de éstos, Panamax 2025, se desarrolló a principios de abril y contó con la asistencia del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, además comandante de la Guardia Nacional de Minesota.

En su segundo discurso de investidura, pronunciado en enero de 2021, Trump expresó quejas (reales o ficticias) sobre el trato que los panameños estaban dando a los buques norteamericanos y su desagradecimiento. Concluyó diciendo: “China está operando el Canal de Panamá. Y nosotros no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá y vamos a recuperarlo”.

El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, y su gobierno, conocedores de su dependencia de Estados Unidos, han hecho todo lo posible por agradar a Trump. En febrero, el país anunció que se retiraba de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (la llamada nueva ruta de la seda) montada por el régimen comunista chino; aceptó recibir a varios cientos de inmigrantes deportados de Norteamérica; y no protestó ante la venta por parte de la empresa china CK Hutchison de dos puertos en los extremos del canal a un consorcio dirigido por la gestora de fondos de inversión BlackRock. Por último, durante su estancia en Panamá, Hegseth firmó con el Gobierno un memorándum de entendimiento para conceder el paso libre de buques de guerra y auxiliares de los Estados Unidos a través del canal.

El siguiente paso, ha consistido en un acuerdo entre ambos Gobiernos, conocido pocos días después, que permitirá el despliegue de personal estadounidense de manera permanente en el canal con la finalidad de protegerlo. Mulino ha aceptado acoger a militares y civiles de Estados Unidos en cuatro bases del país, que seguirán bajo soberanía local: Base Aérea Teniente Octavo Rodríguez, Base Naval Vasco Núñez de Balboa, Base Naval Capitán de Fragata Noel Rodríguez y Base Aeronaval Cristóbal Colón.

Entre las lecciones que nos dejan los sucesos en Panamá, la principal para los españoles es el desamparo en que están los pequeños países ante las grandes potencias. Panamá, con 4,5 millones de habitantes y sin ejército, nada puede hacer ante los deseos de su creador.

Más de 90 estados del mundo tienen menos de siete millones de habitantes, una población inferior a la de la provincia de Madrid. Carecen por tanto de soberanía y sólo sirven como fincas para sus oligarquías, aunque con bandera, asiento en la ONU y banco central. El de Panamá, el de Gambia o el Vanuatu sería el destino de la república catalana y de otras parecidas. Por desgracia, a algunos caciques, que sueñan con que sus hijos sean embajadores, les encantaría.

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