Trump asesta su primer gancho a Sánchez

embajador EEUU

El nombramiento de Benjamín León como flamante embajador de Estados Unidos en España no es solo una decisión administrativa; es un golpe en la mesa de Donald Trump. A diferencia de 2017, cuando el mismo Trump tardó ocho largos meses en designar a Duke Buchan, esta vez la decisión ha sido inmediata. Antes de que haya jurado su segundo mandato al frente de la Casa Blanca, León ya está haciendo casi las maletas camino de Madrid, dejando claro que no va a dar ni un respiro a los amigos de los comunistas que gobiernan en España.

Comparar a Buchan con León es hasta injusto. Buchan era un empresario bien intencionado, con propiedades en España y un español aprendido en los campus universitarios, que llegó a Madrid en un momento en el que Estados Unidos no sentía urgencia por tensar las relaciones con Europa. En aquellos días, Rajoy gobernaba España y mantenía una política exterior moderadamente crítica hacia Cuba y Venezuela. Pero llegó Sánchez en 2018, y todo cambió. La política exterior española comenzó a virar hacia posiciones más complacientes con los regímenes autoritarios. Buchan, quizás demasiado cómodo en su papel de diplomático de transición, no movió un dedo. Su rol podía limitarse a aparecer en recepciones, disfrutar de las croquetas y mantener la calma. Eso, con León, no va a pasar.

Benjamín León no viene a repartir sonrisas. Su misión es clara, directa y sin margen de error: desmontar la cómoda red de complicidades con los regímenes de América Latina que Sánchez ha tejido con tanto empeño. Si Buchan fue el puente, León es la guillotina. Este nombramiento no es casualidad: su perfil de superviviente del castrismo simboliza lo que Trump quiere transmitir al mundo. Con el nuevo embajador, Washington está dispuesto a cuestionar a los gobiernos que, como el de Sánchez, prefieren mirar hacia otro lado mientras el socialismo sigue devastando países.

El nombramiento llega además en un momento clave: apenas una semana antes del 10 de enero, día en que el chavismo intentará imponer por la fuerza la coronación de Nicolás Maduro como presidente, a pesar de haber perdido por más de cuatro millones de votos en las últimas elecciones. Mientras tanto, España sigue negándose a reconocer como presidente legítimo a Edmundo González Urrutia, el líder opositor que representa la voluntad popular de Venezuela. La tibieza de Sánchez ante esta situación es un misterio que León no permitirá que pase desapercibido.

¿Cómo va a justificar el inquilino de La Moncloa su tibieza con Díaz-Canel y Maduro ante un hombre que sabe perfectamente lo que significa vivir bajo el yugo del socialismo? Es como pedirle a Sánchez que defienda su idea de democracia sin soltar el manual de instrucciones del chavismo: imposible.
Pero no nos engañemos. La verdadera razón por la que este nombramiento ha llegado antes de tiempo no es solo para incomodar al gobierno español, sino para evitar que los comunistas ganen una sola batalla más.

Trump no da puntada sin hilo, y menos cuando se trata de exponer las miserias del socialismo internacional. Sánchez puede seguir esquivando las preguntas incómodas, pero León estará ahí para recordarle que las dictaduras no son aliadas y que cada concesión al chavismo es un paso más hacia el abismo.

Además, el contraste con Buchan no podría ser más evidente. Mientras que el anterior embajador se centró en mantener la cortesía diplomática, León viene con la misión de exigir claridad. No habrá espacio para frases huecas ni para el habitual doble juego de Sánchez, que intenta mantener contentos a Bruselas mientras fortalece sus relaciones con los herederos de Chávez y Fidel Castro. León no será un puente, porque no hay puentes posibles entre la democracia y la dictadura. Será, más bien, un muro que Sánchez tendrá que escalar si pretende seguir justificando lo injustificable.

Así que, a Pedro Sánchez y sus socios, les queda una sola pregunta: ¿Qué harán cuando el brazo extendido de Trump en España empiece a pedir explicaciones? Porque ya no basta con ocultarse detrás de frases huecas o gestos ambiguos. Estados Unidos está de vuelta y, con León al frente, no habrá margen para disimular. El socialismo siempre tiembla cuando se le expone al sol, y el nuevo embajador estadounidense llega a Madrid con un foco más brillante que nunca. Que tiemblen en La Moncloa, porque los amigos del chavismo se han quedado sin excusas. Las croquetas podrán esperar; la realidad, no.

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