Esto pasa por pactar con el diablo

Esto pasa por pactar con el diablo

Estamos ante un auténtico juego de truhanes: Quim Torra responde a Pedro Sánchez con el mismo argumento que utilizó el presidente en funciones. No podrá cogerle el teléfono cuando el jefe del Ejecutivo tenía previsto llamarle, el próximo martes a las 10.30 de la mañana, porque a esa hora estará reunido con su gabinete. La situación política es surrealista. Sánchez se pliega a la exigencia de ERC y decide contactar con Torra, enmascarando la llamada en una ronda de consultas con todos los presidentes autonómicos, pero el presidente catalán le paga con la misma moneda y obliga al presidente del Gobierno a alterar el orden de llamadas previsto. ¿Nos merecemos a un jefe de Gobierno que, con tal de mantenerse en el poder, se ha subido a lomos de una estrategia suicida para los intereses nacionales? ¿España se merece tamaña indignidad? ¿Se puede aceptar que el Gobierno dependa de un grupo de golpistas empeñados en humillar al Estado? ¿Que el futuro de la Nación se juegue con las reglas de los separatistas?

La degradación de la democracia española no tiene precedentes. Sánchez está sometiendo a España y a los españoles a una humillación intolerable. El episodio del cruce de teléfonos entre el presidente del Gobierno y el separatista que gobierna en Cataluña es el retrato de un país sometido a los caprichos y ambiciones personales de un jefe del Ejecutivo dispuesto a ciscarse en la dignidad nacional, un iluminado que va entregar el Estado a los enemigos de España, un vende patrias sin reparos.

Sánchez utiliza a España como mercancía y sus negociaciones con los separatistas catalanes revelan el grado de desvergüenza de un dirigente político que se ha enfrascado en una aventura de alto riesgo, una estrategia suicida que cursa cada día entre los desplantes de los independentistas. ¿Dónde está el umbral de la decencia de Sánchez? ¿Hasta dónde es capaz de llegar para seguir en La Moncloa? Tristemente, la respuesta es de lo más sencilla. Hasta donde sea necesario para ser investido presidente del Gobierno, aunque haya que pactar con el mismísimo diablo. Ha perdido la honra y ha denigrado a España, convertida en rehén de su infinita ambición personal.

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