Todos los otros Covids
Algunos, muy de la tierra. Como nuestros separatismos endémicos. Y lo más doloroso es que podrían ir de capa caída si el oportunismo de Sánchez no diera alas a lo peor de su partido en cualquier parte de España. Por ejemplo, en el País vasco esta semana. El grupo Euskal Irrati Telebista (EITB) cuenta con dos canales de televisión totalmente en euskera. También dos emisoras radiofónicas en esta lengua y dos canales más que utilizan tanto el euskera como el castellano. Hasta ahora, ETB2 era el único canal que entretenía a los espectadores con contenido en castellano. Pues bien, van a tener que fastidiarse. Hasta esto se les ha acabado gracias de nuevo a los miserables haceres del Partido Socialista del País Vasco que junto a Podemos y los nacionalistas vascos lo convertirá en un canal también en euskera. Eso sí, “subtitulado”. No podía ser que continuasen los espectadores vascos prefiriendo el castellano con una audiencia cercana al 9,6% mientras que los canales en euskera no superaban el 2% de ‘share”. ¿Dónde está ese PSE que había llegado a denunciar el sesgo ideológico nacionalista de los contenidos de los medios nacionalistas? Búsquenlos en algún momento antes de su incorporación al Gobierno de Urkullu en 2016.
¿Y qué decir de los socialistas de Baleares? El Gobierno balear ha abierto una oficina lingüística para, según ellos, ‘curar’ el «dolor» de no poder hablar en catalán. Varias organizaciones de carácter separatista como Obra Cultural Balear, satélite de Òmnium Cultural en las islas, ha celebrado que con ella se podrá «luchar conjuntamente por los derechos lingüísticos de los ‘Països Catalans’». Todo de la mano del conceller de educación, el socialista Martí March, para quien esa Oficina de Derechos Lingüísticos conseguirá que se visibilice “el problema que supone que demasiado a menudo los catalanoparlantes tengan que renunciar al uso (de su lengua)”
Nunca el separatismo ha tenido mejor aliado que Podemos y PSOE para satisfacer esa hispanofobia que les caracteriza y que tiene al español como objetivo prioritario. Sea a través de la nueva Ley educativa (la llamada Ley Celaá) o también con su flamante Proposición no de Ley que pretenderá eliminar el español como lengua oficial y común en todos los ámbitos de la vida pública y administrativa. Eso ocurre en este país: un niño no puede exigir recibir la enseñanza en español en Cataluña, pero un gallego que se pasee por la Almudia de Doña Godina podrá exigir que la multa que le ponga un guardia civil de tráfico sea en gallego.
¿Algún día saldremos de este bucle? Esta semana los constitucionalistas de Cataluña hemos tenido dos noticias. Una buena y una mala. La buena ha sido que la nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) obliga a la Generalitat a garantizar un 25% de clases en castellano como lengua vehicular a todos los alumnos. Tras años de luchar por conseguir unos mínimos, parece que ahora tenemos algún resultado. No es un 50% de las materias, que sería lo más lógico. Pero por lo menos se podrá exigir esa cuarta parte con la que nos venían mareando y solo cumplía un 2% de las escuelas.
La mala es que ha ganado el separatismo el rectorado de la universidad de Barcelona (UB). El catedrático de Psicología Joan Guardia, alguien que ha defendido públicamente postulados en sintonía con la ANC, ha ganado la segunda vuelta con un 54,28% de los votos. Sale el catedrático de matemáticas Joan Elías, que ha obtenido el 45,72%. Para reflexionar que hayan dado apoyo al separatista el profesorado no permanente, el personal administrativo y de servicios y los estudiantes. Personal docente e investigadores permanentes, al contrario. Interesante.