Apuntes Incorrectos

Los tipos de interés y la colombofilia

Los tipos de interés y la colombofilia
Los tipos de interés y la colombofilia

La izquierda fraternal y los gobiernos que trabajan en favor de la clase media y trabajadora como el nuestro están enojados con el Banco Central Europeo. Cuando el jueves subió de nuevo los tipos de interés un 0,75% dieron un respingo. ¡No puede ser!, ¡dónde vamos a llegar!, decían. Y así ha comenzado la suelta de palomas adiestradas por los aficionados a la colombofilia para ver si sus mensajes acaban calando en la inflexible autoridad monetaria. A mí la verdad es que me da la risa. Con una inflación media en Europa del 10%, que el precio del dinero se haya situado, después de este último movimiento aterrador, en el 2% es una broma pesada.

La quimioterapia contra el cáncer debe ser lo más agresiva posible y conviene persuadir a los mercados y al resto de agentes económicos de que será así, porque es la única manera de que la purga redoble sus efectos. Siempre me ha parecido que la señora Lagarde, al frente de la institución, es más bien una paloma, y en su rueda de prensa del jueves casi tuvo que pedir perdón por el atropello cometido. Mostró su preocupación por los signos cada vez más evidentes de recesión en Europa y su compromiso con las familias más vulnerables. Esto está mal. Es impropio. Los banqueros centrales no deben tener jamás sentimientos. En gran parte, lo que nos está ocurriendo se debe a su desaconsejable sentimentalismo, que los ha llevado a inundar la economía de liquidez durante más de una década, transmitiendo a la gente el mensaje nocivo de que el dinero puede prestarse gratis por tiempo indefinido y alentando la irresponsabilidad de los gobiernos, que han aprovechado para gastar sin freno gracias a la máquina de imprimir billetes y también a costa de nuestra renta, saqueada por un sistema fiscal que impide que la economía crezca y que los individuos prosperen.

Un banquero central tiene que ser un cabrón, como fue Paul Volcker durante el inicio de los mandatos de Ronald Reagan en Estados Unidos. No tuvo piedad a la hora de inducir una recesión que en muy corto plazo dejó la economía americana ligera de peso como una gacela y dispuesta de nuevo a ganar la carrera de los cien metros lisos. Así fue. Parece gracias a Dios que el actual responsable de la Fed está dispuesto a seguir su ejemplo. Pero tengo mis dudas de que a la señora Lagarde no le acaben temblando las piernas. Sería una catástrofe, equivaldría a incumplir el mandato fundacional del organismo: que la inflación estuviera en el entorno del 2% en la zona euro, ocho puntos más baja de su cota actual. En su rueda de prensa posterior al atentado cometido, Lagarde vino a decir que con este segundo movimiento de un 0,75%, el BCE ya había dado un paso de gigante en la normalización de la política monetaria. Es una afirmación grotesca, que ha dado pie a que buena parte de los analistas haya revisado a toda prisa sus estimaciones y contemple un paso atrás en su grado de crueldad. De consumarse el gatillazo, jamás saldremos del agujero al que el propio banco nos ha empujado.

Yo hablo a menudo con economistas sabios aunque compasivos, palomas, que desaconsejan los disparos a bocajarro de la política monetaria para no causar dolor. Tienen nobles intenciones, no lo dudo, pero serian unos incompetentes absolutos al mando de un banco central. Hay que desconfiar siempre de aquellos que se nos presentan como salvadores y caritativos, y en España tenemos un preclaro ejemplo de este desviacionismo genético: el presidente Sánchez. El chaval no para de sacrificarse por nosotros en busca del bien común, pero la realidad es que nos fríe con impuestos solidarios, condena a un tercio de los jóvenes al paro tras hacerlos progresivamente analfabetos funcionales, es una máquina expendedora de leyes que siembran la discordia civil, está acabando con la independencia judicial y la división de poderes y procurando a marchas forzadas la desintegración de la nación. Está demostrando un poder destructor mucho más intenso que el de una paloma al mando de un banco central.

A la hora de elegir amigos, siempre he preferido a los halcones. Estos no engañan nunca. Son como el escorpión que acaba picando a la rana. Pero cumplen estrictamente con su cometido y, lo que es más importante, estos si trabajan por el bien común. Para qué queremos a las ranas, que sólo pueden ofrecernos sus ancas, a las que hay añadir inexorablemente un buen sofrito con tomate del mejor a fin de dar glamour a su carne insípida.

He hablado estos días intensos con algunos banqueros de inversión amigos. Todos ellos halcones, claro. Y están en favor de que el BCE prosiga con determinación las subidas agresivas de tipos de interés, sin pausa, con la mayor velocidad posible. La razón es tan sencilla como plausible. Cuanto más rápidamente se toque el techo de tipos de interés y se doblegue la inflación antes la banca despejará su actual estado de incertidumbre, volviendo a facilitar financiación a las empresas, bien para su operativa diaria y sostenimiento, para comprar otras compañías o simplemente para que la economía vuelva a ponerse en marcha. El estado actual de wait and see es letal. Tiene parada la actividad y a los ciudadanos perplejos. Hay que asustarlos a fondo, a fin de que Interioricen el empobrecimiento súbito que nos acosa y se adapten lo más rápidamente posible a las circunstancias. Esta es la diferencia trascendental entre la manera de actuar en Estados Unidos y en Europa, a su favor, claro está. Allí se reacciona a las crisis con celeridad, sin contemplaciones. El resultado es que la economía se ajusta con prontitud, y que tras el dolor infligido a fondo, sin piedad, el organismo ya saneado reacciona robusto, con un vigor y una fuerza inusitados. Todos contentos. Estas son las experiencias de las que debería aprender la señora Lagarde, y los mensajes que convendría atender, haciendo caso omiso a los aficionados a la colombofilia.

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