Tapar el sol con un pezón

Ione Belarra
Ione Belarra

Sobre todo, son muy pesadas.

Mira Ione, que lo de tus pezones nos da igual, hija, virgen de los dolores, histrión, no sé cómo calificaros ya a las privilegiadas coleguis del Ministerio Jo Tía, del que cuelgan ya 400 violadores descojonados de risa (como Ángela Rodríguez Pam, igual).

Lo de tus pezones, sería noticia si tuvieras diez pezones verdes o fosforescentes, pero tienes dos, en rosa, plastita, como todos. ¿Puedes hacer el favor de ponerte a trabajar en beneficio de este país (¿cuántas personas de tu edad, y tu nivel, cobran 7.000 euros al mes?) y dejarte de memeces en modo soflama virtuosa?

Mira, las feministas estamos hartitas de cortinas de humo de la casa de Pin y Pon. Y de vuestra arrogancia, de vuestras diatribas hueras y de tanta ineficiencia (en perjuicio de todos) pero, más aún, de vuestra (gilipollez) inmadurez. Porque tenéis a España entera en vilo, con excepción de los violadores y agresores sexuales que duermen mejor que nunca ¡nuevos votantes a la buchaca!

Te diré que, igual que tú y como tantas (y tantos), paseo mis pezones por donde me da la gana para alegría de los viandantes, de mi novio y del universo… E incluso creo que pueden lucirse con elegancia y, sí, desparpajo simpático, jeta y mucho allure….

No pienso, querida Ione (y lo mismo le digo a Rigoberta), que nadie les tenga miedo (ni odio) a nuestros pezones, demasiada afición, diría, porque son preciosos, mágicos, poderosos, excitantes, parque de atracciones público y privado, dadores de vida y elixir….

Reconozco que es cachondo, también algo desconsiderado con los (y las) que no pueden posicionarse con mayor naturalidad (algo que lo hace más atractivo y voluptuoso) y, por lo tanto, a pesar de los pros, un poco inadecuado, en este momento de la evolución. ¡Qué le vamos a hacer! La utopía feminista aún no ha llegado. Un debate que no es sencillo, todo parece sencillo (para un simio) y todo es muy complejo en realidad. Y a pesar de ello, esto de tus pezones, no tiene la más mínima importancia.

Por cierto, dicho sea de paso, nuestros pezones no son como los de los hombres. ¿Sería bueno que nuestros pechos fueran considerados como nuestras rodillas o narices?  ¿A quién le interesan los pezones masculinos?

Pero volvamos a lo importante, a lo necesario, salgamos de tu pechera y de ombligo (del tamaño de Canadá) y regresemos a la realidad, donde nadie sabe para qué sirve vuestro trabajo, ya que la mayor parte de vuestras leyes o han fracasado antes de nacer debido a la ineptitud a la hora de redactarse o tras su aprobación han sembrado el más indecible caos. Los españoles se preguntan a qué se dedican ustedes además de tipificar como delitos de odio las miradas de los varones a nuestros pezones (esto es tan religioso) y rebajar penas de violadores.

¡Y esa falta de humildad! Un político inteligente debe ser humilde, aunque no lo aparente, o al menos aparentarlo, aunque no lo sea… Con la Ley estropicio, a la que os habéis dedicado dos años, no ha cambiado el status legal de los hombres, ni tampoco el de las mujeres porque la Ley sí y solo sí no refuerza la seguridad femenina ni su libertad sexual. El consentimiento está en el centro de las relaciones sexuales según el Código Penal desde principios del siglo XIX.

Y por suerte para todes, el derecho a la presunción de inocencia (Artículo 24 de la Constitución) continua vigente, y la palabra de una mujer no basta para hacer culpable a un hombre en nuestro Estado de Derecho democrático que aún protege a los ciudadanos, hombres o mujeres, de denuncias falsas y condenas a lo Dumas.

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