El sueño de una noche de verano de Pedro Sánchez

Pedro Begoña, Sánchez, Begoña

Antes de ser presidente del Gobierno, Sánchez disfrutaba de unas vacaciones sencillas y costumbristas en Mojácar. Pedro y su familia se despertarían en su modesto apartamento, lejos del bullicio, tras una noche de descanso; el desayuno, un ritual sencillo en su terraza, disfrutando de la brisa matutina y el canto de los pájaros, probablemente café con tostadas y algún bollo local. Luego, Pedro (pertrechado de tumbonas y fiambreras, ¿tortilla o filetes empanados?) y sus hijas se dirigirían a la playa por las calles empedradas -supongo- del pueblo, saludando a los vecinos… Era uno más, construyendo castillos de arena, enterrando a Begoña hasta el cuello, untándose Nivea sin protección y chapoteando para premiarse acto seguido con una birra o dos en el chiringuito Aku-Aku.

En esos días, sin comitiva ni protocolo, Pedro era simplemente Pedro y Begoña, Begoña, pegajosos de salitre. ¿Lo echarán en falta? Me pregunto qué harán Pedro, Begoña, Ahinoa y Carlota mientras escribo. ¿Compartirán él y nuestra presidenta las vacaciones con sus amigos, como otros años, a cuenta de la economía pública? Se sabe que no se cortan, y llegan con varios matrimonios con sus respectivos hijos, hijas e hijes a costa del Estado.
Como saben detesto el verano, por no mencionar el verano en Madrid que es como habitar en Mercurio. Pero no soy la única. ¿Cómo lo llevan ustedes, queridos lectores?; mi hermano, el psiquiatra, dice que el calor hace que se atasquen las urgencias plagadas de individuos brotados, desestructurados y en definitiva que no hay ansiolítico ni farmacología que alivie a muchos españoles.

Varios estudios científicos han confirmado esta extraña amistad entre el calor y el malestar psíquico. Para adaptarnos, hombres y mujeres debemos hacer malabarismos: beber litros y litros de líquidos, con la tensión por los suelos, y modificar casi todos nuestros hábitos por el bien común, pero la culpa, por supuesto, no la tiene Begoña. La culpa de todo la tiene el calor y nuestro cerebro debe decidir si evitarlo o enfrentarlo – ¡lucha o huida! – Begoña, como saben, es más de la evitación. Con estas temperaturas no se puede uno tomar nada en serio, y tampoco nada en broma.

Como cronista y dedicada observadora del mundo considero que el calor nos precipita a lo peor, a lo más vil y grotesco. Desde las fotos de pies a los pantalones pirata. Y que toda la impostada alegría y vitalidad que trae consigo aparentemente el verano tiene un reverso compensatorio y tenebroso: cuanto más amas tu viaje en globo a Sudáfrica, menos te gusta tu vida en realidad….

Imagino, que mientras España se derrite en una ola de calor, Lanzarote es escenario de la comedia de amor y lujo (y banquillo) de Sánchez y Gómez mientras sus abogados intentan evitar que esta «se queme» en el banquillo. Digo yo que las penas con carabineros y en la templada Mareta son menos (La Mareta es lugar de temperaturas moderadas de 25°C durante el día y 21°C por la noche).

Se sabe que comen mariscos (algo que a todos nos gusta por su sabor, su riqueza en proteínas y su bajo aporte calórico. Así están de tipazos ambos cónyuges) y que se apoderan de la playa (que como todo el mundo sabe, es para uso de nuestro enamorado presidente, por ser tan guapo), y que suponen un gasto desorbitado, dada la necesidad de Falcon, servicio doméstico constante, atención 24 horas y otros elementos de seguridad, chóferes, etc.

El verdadero lujo solo puede ser amado, soñado e ideado por un pobre. Bueno, ¡Y por un socialista libre de narcisismo!

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