Situación de emergencia electoral (nacional)

Situación de emergencia electoral (nacional)

Quiero remitirme a cinco fechas de nuestra historia reciente, días en que el país fue llamado al voto para intentar el arreglo de una situación de emergencia nacional. Fueron estas fechas: 16 de febrero de 1936, referéndum para la Constitución de 1978 el día 8 de diciembre, elecciones generales del 28 de octubre de 1982, las generales también del 3 de marzo de 1996, y las del 20 de noviembre de 2011. No es momento para hacer muchas historias, pero sí para recordar que en el 36 del pasado siglo el centroderecha español, la CEDA y Lerroux se impusieron al embrión de Frente Popular que ya había empezado a gestarse. Naturalmente que la izquierda ni reconoció, ni aceptó el éxito y montó una revolución en Asturias y Cataluña que, con toda certeza, fue el inicio de una enorme tragedia: la Guerra Civil que duró tres años. Mucho más tarde, nada menos que cuarenta y dos, unas Cortes de mera preparación democrática, convocaron gracias al concurso del franquismo redimido y de la izquierda apaciguada entonces, una consulta popular para aprobar o denegar una Constitución de 169 artículos que fue masivamente aprobada aunque con una notable abstención. Sin embargo, el partido de centroderecha, la UCD, decidió inmolarse con riñas internas, traiciones y gestión defectuosa en muchos ámbitos; se suicidó a posta y, en una decisión sin precedentes en la historia de Occidente, llamó a las urnas para llenarlas de votos de su contrario político, el PSOE, que ganó los comicios con una sola frase: «Que España funcione». Lo cierto es que el país estaba al borde del colapso político, social y económico.

Del 82 al 96, el virreinato de Felipe González pobló de buenos logros, el mejor el ingreso en la Unión Europea, y se ensució con la mayor corrupción que haya sufrido nunca España, una basura general que afectó a todas las instancias del Estado, desde el Gobierno y los Cuerpos de Seguridad a la propia Cruz Roja. No quedó títere con cabeza. Las gentes de España, que siempre reaccionan aunque lo hagan tarde y muchas veces mal, se hartaron de aquel régimen apestoso, y apoyaron a un joven, entonces, inspector de Finanzas del Estado, José María Aznar, que llegaba con la promesa de regenerar absolutamente aquel sumidero escatológico en que se había convertido España. Estábamos de nuevo en situación de emergencia nacional. Luego, ocho años de esplendor económico y de reconocimiento y prestigio internacional que tampoco soportó la izquierda y aprovechando una eclosión mundial, la Guerra de Irak, el PSOE, gobernado por un indigente intelectual, Rodríguez Zapatero, perpetró un auténtico golpe de Estado legal que duró ocho años. Al cabo de los cuales, la Nación se encontró otra vez en bancarrota con un país trágicamente dividido en dos que, para disfrute y revancha de sus gobernantes, resucitó los peores demonios de la Guerra Civil.

Y, como pese a algunas piruetas «a lo Romero Robledo» el PSOE no tuvo otro remedio que convocar elecciones, la derecha empitonó democráticamente a la izquierda que juró desde el primer día de la llegada de Mariano Rajoy a La Moncloa, venganza y ¡vaya si la cumplió! Se aupó en el estirón catalán hacia la independencia, en la corrupción de bastantes indeseables del PP, con la coyunda entre los sindicatos de clase y el nuevo PSOE, y con la desvergüenza de algunos jueces (uno alteró una sentencia para calificar al PP de «corrupto en sí mismo») para repetir la historia y organizar una involución descarada y tomar el poder con el auxilio entusiasta de lo más repulsivo de la sociedad española, independentistas rabiosos y etarras incluidos. Allí, en el momento del triunfo de la moción de censura de 2018, se inauguró el quinquenio más inmoral, más depredador que pueda recordarse en España desde los tiempos del Rey-traidor, Fernando VII.

Y en esas estamos ahora cuando no es preciso, ni mucho menos, hacer balance de la miseria nacional instalada por Pedro Sánchez. Este es otro tiempo de emergencia nacional cuyo primer bastión tiene por fecha este domingo 28 de mayo de 2023. Sorprende que a estas alturas exista mucho gentío que aún no haya recaído en que lo que nos jugamos en tres dias no son la administración de las basuras de Albacete, la seguridad local en cualquier pueblo andaluz, o los desastres provocados por la peste de los incendios forestales. Todo lo citado pongámoslo, claro está, como simples ejemplos. Es tal la ignominia con que Sánchez y sus conmilitones están encarando la campaña, que con dos datos ilustrativos se entiende mejor cuál es el estado de su desesperación. En Madrid, los socios soviéticos de Sánchez han colocado pancartas y lonas para perseguir con saña a un industrial, el hermano de la presidenta Ayuso, absuelto de cualquier pecado ilegal, ni siquiera venial, pero retratado como el peor de lo asesinos de Bildu con los que ellos concuerdan en las comanditas electorales. Tan pasados están de la raya de la decencia que, a veces, como son unos auténticos mastuerzos, idean torpemente martingalas para intentar el sabotaje de la campaña de la derecha, básicamente de Feijóo. El pasado fin de semana, en el mismo domingo en que el PP abarrotó, 12.000 personas, la Plaza de Toros de Valencia, poblaron las calles y algunas radios de la comunidad, anunciando rayos y centellas sobre el coso de la calle Játiva: «Va a diluviar», pronosticaron, pero el tiempo se vistió de sol y los estúpidos quedaron como Cagancho en la vecina Cartagena. Y no, no se han reformado: como les fracasó la inventada alerta meteorológica, se encargaron, con el aparato propagandístico de Ximo Puig al completo, de denunciar que Feijóo no se había atrevido a viajar a Tenerife y por eso había ideado la disculpa de un avión cancelado. Otra comprobada mentira.

Son ardides de ágrafos enrabietados que envuelven sobre todo esta trágica realidad: hoy España está en peligro de muerte institucional, arruinada con una deuda que van a pagar nuestros biznietos, acosada recurrentemente por los mismos, ETA, que han matado a casi mil compatriotas, espantada con leyes humanicidas como el aborto a lo bestia o la temible eutanasia, desmoralizada por la persistencia del fraude y el embuste insufribles, y harta de soportar la chulería de un individuo que utiliza nuestros nuestros impuestos confiscatorios para sus mercedes particulares. Un tipo que ya en cualquier país decente estaría en el banquillo, si no en la misma cárcel. Emergencia nacional de la que podemos empezar a salir este domingo. Faltan tres días: nadie digno se puede quedar en casa. La participación -lo ha advertido más de un demóscopo de confianza- es absolutamente imprescindible para expulsar a este sujeto a las tinieblas exteriores donde para él habrá llanto y rechinar de dientes. Aunque se marche millonario.

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