Sánchez tiene un problema… y se llama PSOE

Sánchez tiene un problema... y se llama PSOE
Sánchez tiene un problema... y se llama PSOE
Joan Guirado

La noticia de esta semana es, sin duda alguna, el espionaje a varios líderes políticos del Estado. El permitido judicialmente contra los separatistas por el CNI y el secreto -mientras el Gobierno quiera que sea secreto- contra Pedro Sánchez y Margarita Robles. Todos dejan en una fragilidad importante a la coalición. En ambos casos Podemos hace de las suyas. En el segundo, el afán de ambición dentro del PSOE también. Y en los dos escenarios el presidente tiene un problema. Se llama PSOE.

La confirmación por parte del CNI de que algunos líderes del procés fueron vigilados durante los disturbios en Cataluña ha dinamitado los puentes entre ERC y el PSOE. Pese a los esfuerzos del ministro Félix Bolaños para reconstruirlos, revertir el desastre parece difícil. Sólo una reunión a solas entre Sánchez y Aragonés, si de por medio no hay elecciones en Cataluña, puede salvarlo. Pero es complicado.

La otra partida se juega dentro del propio Partido Socialista. Y la juegan dos de las personas más importantes para Pedro Sánchez. Haciendo un símil con el ámbito familiar, Robles y Bolaños podrían ser los protagonistas de una crisis de convivencia como cuando te obligan a elegir entre tu madre y tu pareja porque ya no se aguantan. Buena prueba de ello es la noticia publicada hoy por OKDIARIO: “Sánchez quiere forzar la salida de la directora del CNI pese al férreo apoyo de Margarita Robles”

La ministra de Defensa es una de las más leales a Sánchez -lo puedo decir por experiencia propia- y una de las responsables de que políticamente hoy sea quien es. El líder del PSOE cogió las riendas en el peor momento para el partido, cuando nadie estaba dispuesto a ello, y defiende a sus hombres y mujeres y al Estado de derecho por encima de todo. Y está en política de pasada.

El ministro de Presidencia ayudó a facilitarle el aterrizaje en la planta cuarta del número 70 de Ferraz y le diseñó un partido a medida, además de dar forma a lo que incluso los juristas del Gobierno creían imposible ya en Moncloa. Salva las votaciones que todo el mundo da por perdidas. Por algo le llaman el apaga fuegos de Moncloa. Un tipo con una mente brillante, pero con mucha ambición que lleva con la misma discreción que le caracteriza.

En este juego a tres, dos de ellos son muy buenas personas. Pero en política eso no cotiza al alza. Y la lealtad tampoco. Que se lo pregunten a Carmen Calvo, José Luis Ábalos o Iván Redondo. Sánchez es muy Sánchez y mucho Sánchez. Y el poder atrapa. Aunque ahora está entre dos aguas -lo de Podemos es un océano en el que lleva navegando meses a merced de un fuerte oleaje- resistirá. Porque él tiene su propio Manual de Resistencia.

Pero, a veces, cuando juegas con fuego, te quemas.

Pedro Sánchez tiene un problema importante. Y ese problema ya no se llama ni pandemia ni volcán ni Podemos… se llama PSOE. Y de ese problema forma parte su sucesión. No quiere que nadie le haga sombra, no lo ha querido nunca. No es un buen líder porque no se rodea de los mejores para que le ayuden a brillar. Más bien al contrario. Pero tiene olfato, capacidad de seducción -que se lo pregunten a Ursula Von der Leyen- y suerte. Mucha suerte. Pero tarde o temprano se acaba. Y sólo hay que esperar a que ocurra.

El tiempo corre. El fuego quema. Y los ciclos en el PSOE son conocidos. Y no siempre hay un Rubalcaba que salga al rescate. El ejemplo del desaparecido Partido Socialista Francés -aunque ni la historia ni la base social es la misma- es demasiado reciente. Con Casado disfrutaba de una oposición incapaz de amenazar su estrategia. Pero Feijóo es distinto. Basta con ver lo que opinan los ciudadanos en los sondeos, aunque, ya sabemos, son las urnas las que mandan. Y me atrevo a vaticinar que la papeleta de los socialistas no estará encabezada con el nombre de Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

La gran incógnita es que pasará después.

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