Sánchez, prisionero en su círculo vicioso

Sánchez

En realidad sucede esto: cuando todo sale mal, todo es posible de empeorar. El antiguo ministro y ex presidente del Congreso de los Diputados, Jesús Posada, un tipo especial, ingenioso y divertido, suele decir que cuando uno entra en un círculo vicioso, por más que haga, no conseguirá salir del apretón. Fíjense, si lo dicho es verosímil, que estos días el presidente, aún, del Gobierno de España, está intentando romper con los casos que le están arruinando su prospectiva electoral. Primero, y desde hace tiempo ya, han sido los efectos malvados de la abyecta ley del sólo sí es sí. Segundo, su viaje a Marruecos con el plantón espectacular que le propinó el rey moro Mohamed; tercero, la chapuza bochornosa de los trenes de FEVE, convertida ya en la emperatriz de todos los memes más chuscos del país; cuarto, la comparecencia del todavía jefe del Gobierno en el Senado en la que se retrató como un político mal educado y mentiroso; y quinto, lo que ya se le está viniendo encima con los debates de las leyes de la protección animal, de la vivienda y la mordaza, ésta que amenaza con convertirse en una enmienda a la totalidad al propio ministro del Interior, el depauperado Marlaska.

O sea, que todos los ensayos que perpetran los trescientos cincuenta asesores que rodean a Sánchez para hacerle cometer día a día sinrazones sin cuento, se han quedado en un fiasco grandioso. Es más: el derroche de dinero público con el que está intentando regar las conciencias de millones de electores no está moviendo la apuesta electoral de los presuntos beneficiados, cuya respuesta se resume en la postura de uno de ellos: «Eso -dice festivamente- que nos dé pasta, que luego ya haremos con nuestro voto todo lo posible para echarle». En esto no parece que hayan recaído los paniaguados de La Moncloa. Por cierto, ¡vaya estafa!: resulta que casi dos millones y medio de jubilados han recibido este fin de mes una carta de una llamada directora que general en la que se felicita y felicita por la subida del 8,5% de sus pensiones, pero oculta que estos españoles han visto recortada en el mismo porcentaje el complemento de mínimos que se ha venido atribuyendo a quiénes no perciben una cantidad digna. Total, que lo comido por lo servido; te lo doy con la derecha y te lo quito con la izquierda. Un grandioso engaño, un timo.

En este panorama repleto de trucos y de invectivas contra el «gran capital» (aquí parece que estamos en 1917 y la sangre del obrero surca las mejillas de los banqueros), resulta que en Moncloa se sabe la auténtica verdad, o mejor dicho, la sabe uno de los escasos asesores que, arriesgando la sinecura, se la dice al interfecto y la presenta con los verdaderos sondeos de ahora mismo muy coincidentes con los que invariablemente se están publicando. Muy lejos, desde luego, de las trampas con dinero público (¿eso no es prevaricación?) que sigue perpetrando Tezanos.

El demóscopo en cuestión se llama Jaume Miquel, goza de prestigio entre sus colegas independientes y debe ser el mismo que advierte de dos riesgos: uno, el que el todavía presidente Sánchez-Castejón corre con su antiguo vicepresidente, el leninista Iglesias, que está preparando todo para que Sánchez pierda; el segundo, el error que está cometiendo celebrando en los medios propios y ajenos ampliando la cobertura de Tamames como protagonista de la moción de censura. Vox, que ha ingeniado esta extravagancia sólo como una ‘opa hostil’ contra el PP a ver cómo reacciona Feijóo, está comprobando ya, que hasta sus fieles más sensatos, consideran esta simple iniciativa una patada hacia adelante que todo el mundo, como rimaba el Piyayo de José Carlos de Luna: «…a chufla la toma la gente». Quizá Abascal, cuando salga del gimnasio un día de estos, podría empezar a tomarse en serio la política. Y así navegamos en el proceloso mar hispano, entre chapuzas y merluzadas, a la espera, claro está, de que el aún presidente, visto que sus últimas iniciativas quedan como es noticia que quedó Cagancho en Almagro, urda algún torpedo, ¡yo que sé cuál!, que distraiga al personal de lo que está haciendo con él.

Parece fiarlo todo a ‘su’ presidencia europea del último semestre del año, pero ya adelantamos que al gentío esto le trae por una auténtica higa, por más que ya se esté intentando presentar a Sánchez como un estadista universal a la altura de los padres fundadores de la Unión Europea, Schuman a la cabeza como presidente. Por lo demás, una constancia: ¿se puede esperar cosa buena de quien no lo es? Parece que no, pero los españoles en general ya tenemos asumido que, como dicen los castizos en todos los bares del país: «De este se puede esperar cualquier cosa». Sé personalmente, porque lo sé, que el Partido Popular está articulando una colosal organización para que en el día electoral no quepa irregularidad o fallo alguno en el escrutinio. Y no se diga que esto nunca ha cabido en España o ¿es que hay que recordar cómo en 1990 el Tribunal Constitucional ordenó repetir elecciones en Melilla y Pontevedra? ¿O es que nadie quiere acordarse de cómo el Gobierno de González envió como gobernador a nuestra ciudad norteafricana a un policía, de apellido Céspedes, que había sido jefe de Seguridad del propio presidente, para asegurarse la victoria en aquella plaza? Tontos, los justos, por favor.

La única forma que tiene Sánchez para quebrar el círculo vicioso en el que se halla preso es emprenderla a puñetazos cerriles o coquetear con ‘su’ Yolanda Díaz comparándola, en su honestidad como ministra de Trabajo con la de un titular anterior del PP hoy todavía sin juzgar. Tiene el desahogo Sánchez de ensayar esta pirueta sin mencionar que los ministros de Empleo más corruptos (la sentencia es firme) son sus correligionarios Griñán y Chaves. Una cosa es que Feijóo renunciara en el Senado a traer a colación por elegancia estos apellidos, y otra muy diferente es que Sánchez se venga arriba a base de zurriagazos para encontrar la mota en el ojo ajeno y seguir soportando la viga en el suyo. ¡Qué desfachatez!

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