Sánchez no es Robin Hood, es el sheriff de Nottingham

Pedro Sánchez

Lo de esta semana escuchando a hagiógrafos, pelotas y amiguetes de Sánchez, propagandistas monclovitas todos, ha sido un auténtico suplicio. Daba vergüenza ajena contemplar cómo se metían de hoz y coz en una farsa que pasa por convertir metafóricamente —o no— al presidente del Gobierno en una suerte de Robin Hood posmoderno. La peligrosísima retórica pobres-ricos, que podía tener sentido hace 300 años pero no en una democracia meritocrática del siglo XXI, avanza cual chapapote en el debate público prendiendo imparablemente una mecha que nadie sabe cuándo ni cómo estallará pero que todo el mundo tiene claro que estallará si el socialcomunismo continúa en el poder. La semilla del odio interclasista está sembrada. Así se inició, sin ir más lejos, esa Revolución soviética que condujo a medio mundo a unos índices de empobrecimiento desconocidos en ese Occidente que permaneció fiel a un liberalismo que es el peor sistema de gobierno exceptuando todos los demás.

Los periodistas de cámara sanchistas, es decir, el 80% de la profesión, han secundado todos a una esta versión de las cosas defendiendo a machamartillo un impuesto a los «ricos» y unos tributazos a bancos y energéticas que van a provocar una fuga de capitales que nos dejará tiritando. Siempre comentó que a un «rico» se la bufa estar en España o no, entre otras razones, porque el mercado de capitales está globalizado. Item más: un Amancio Ortega de la vida le da al botón de su ordenador y pone su potosí en Suiza, Hong Kong, Londres, Nueva York, Singapur o Tombuctú en menos de un segundo. O mismamente en ese Portugal gobernado por el sensato socialista António Costa en el que los impatriados abonan un 20% de IRPF durante los primeros cinco años de estancia. Lo mismo sucede con las grandes entidades bancarias o con las eléctricas o gasistas, que pueden mover su residencia fiscal a Irlanda, baratísimo país tributariamente hablando de la UE, en menos de lo que canta un gallo. Que Dios nos pille confesados.

El Gobierno debería al menos devolver a la ciudadanía parte de esos bestiales aumentos de caja que le estamos regalando todos los españoles

Si Pedro Sánchez fuera el Robin Hood que sus groupies periodísticos nos venden no incurriría en tantas incoherencias ni en semejantes injusticias fiscales. Pongamos por caso que está bien esto de sajar fiscalmente los «beneficios extraordinarios» de bancos y energéticas porque ingresan mucho más por ese 9% de inflación que nos ha convertido en los campeones indiscutibles en la materia entre los grandes países de la zona euro. No estoy de acuerdo pero lo acepto como premisa inicial. Un silogismo sin trampa ni cartón debería llevarnos a inferir que el todavía presidente del Gobierno debería hacer lo propio con los 40.000 millonazos más que va a recaudar este año con respecto al ejercicio 2021. Como quiera que el Gobierno no se puede poner impuestos a sí mismo, debería al menos devolver a la ciudadanía parte de esos bestiales aumentos de caja que le estamos regalando todos los españoles por el descomunal incremento del importe de la energía, los carburantes, los alimentos y todo tipo de productos básicos. A más precio de luz, gasolina o carne y pescado, más IVA que ingresa la Hacienda Pública.

Pues eso, que se autoaplique lo de los beneficios extraordinarios reintegrando vía bajada del IRPF el brutal chorreo de pasta que está llegando al erario por culpa de ese coste de la vida que provoca que cientos de miles de familias no lleguen a fin de mes en España. Lo de deflactar el Impuesto sobre la Renta es un acto supino de justicia. Esto sí que es un escudo social palpable, efectivo y como Dios manda y, lo demás, fruslerías. Produce una sensación cercana al orgasmo contemplar a Ximo Puig y a Emiliano García-Page imitar a Ayuso o Juanma Moreno, básicamente, porque representa el triunfo de ese credo liberal que ha proporcionado las mayores dosis de prosperidad a la humanidad. Pero que nadie se equivoque: quien atesora la mayor parte de la tarta del IRPF es el Ejecutivo. Lo de Ayuso, Moreno y sus discípulos Puig y Page está bien pero es el chocolate del loro al lado de lo que podría hacer la médico María Jesús Montero. Los tramos autonómicos del tributo que más agujero hace a nuestro bolsillo son irrisorios al lado de los que controla el Ministerio de Hacienda.

Aunque los medios a sueldo de Moncloa intenten dulcificarnos la realidad, los ciudadanos tienen claro que los están matando a impuestos

Entiendo y hasta comparto la tesis popular de que esa deflactación del IRPF se aplique a las rentas bajas y a esa clase media jibarizada hasta extremos insospechados por este Ejecutivo tontaina que olvida que siempre fue el gran amortiguador social en España. A mayor clase media, mayor estabilidad social. Lo que no entiendo es que nuestro incompetente primer ministro haya excluido de las rebajas fiscales incluidas en el proyecto de Presupuestos a los contribuyentes con más de 21.000 euros anuales de salario. Debe ser que todo aquél que se mete en el bolsillo más de esta cantidad es «rico». ¿Es «rica» una persona con un salario de 22.000, de 25.000, de 30.000, de 40.000 o de 60.000?

Me parece bien que se excluya a las rentas altas de ese recorte del IRPF que propone el PP y que Sánchez se niega a ejecutar. Pero lo que constituye un auténtico suicidio es meterles a la vez un rejonazo de padre y muy señor mío con un impuestazo que va a generar, sí o sí, una huida de capitales. Francia intentó implementar de la mano de François Hollande una medida similar aunque más bestia hace una década y tuvieron que pararla porque las grandes fortunas se las piraban a Bélgica, como Bernard Arnault, Suiza, las Islas del Canal e incluso Rusia, caso de Gérard Depardieu.

Por mucho que los medios a sueldo de Moncloa intenten dulcificarnos la realidad, hasta el último ciudadano de la última pedanía tiene claro que lo están matando a impuestos. La propaganda suele ser efectiva excepto cuando afecta a cuestiones dinerarias porque todo quisqui sabe cuánto dinero tenía en el bolsillo hace cuatro años, cuando Sánchez okupó Moncloa, y de cuánto dispone ahora. Lo cierto es que nuestro psycho monclovita ha colado de rondón un incremento de casi 50 figuras impositivas desde la cantosa moción de censura que echó a Rajoy. Y en su inmensa mayoría no precisamente a los «ricos». Hablo de esas desgravaciones de los planes de pensiones, que pasaron de los 8.000 euros anuales a 1.500, de la retirada de las ayudas a la compra de vivienda, de esa Tasa Tobin que encarece enormemente la compra de acciones, de los impuestos sobre las primas de seguros —del 6% al 8%—, del que grava los plásticos, del de matriculación, del nuevo catastrazo, de las cotizaciones de los 2 millones de autónomos o del IVA de las bebidas azucaradas, que antes estaba en el 10% y ahora se sitúa en el 21%. No creo que estas últimas medidas afecten más a Amancio Ortega que al españolito medio, básicamente, porque el dueño de Inditex no tiene millones de coches, no es autónomo y no bebe 10.000 coca-colas al día.

Esperemos que la sangre no llegue al río y echemos por las buenas, en las urnas, al mayor sacacuartos de nuestra historia democrática

Este retrato basado en las cuentas, no en los cuentos, en los datos y no en la propaganda, permite inferir más allá de toda duda razonable que a Pedro Sánchez le encaja más el rol de sheriff de Nottingham que el del benéfico, simpático y empático Robin Hood. Un sujeto que nos está matando a impuestos se aproxima más al malvado que al bueno de la historia de Sherwood. Al final, la ciudadanía dirá «¡basta ya!» e incendiará las calles cuando no tenga nada que llevar a la boca de sus hijos. Eso en el caso de que no opte por dedicarse directamente a la delincuencia por desesperación. Esperemos que la sangre no llegue al río y echemos por las buenas, en las urnas, al mayor sacacuartos de nuestra historia democrática.

Está empíricamente demostrado que donde mejor se encuentra nuestro dinero es en nuestros bolsillos, no en el de esa Irena Montere que cuenta con 564 millones para ridiculeces como ese estudio adjudicado a amiguetes para determinar si las mujeres tienen mejores orgasmos «con su pareja o masturbándose [sic]». Como si fueran gilipollas, como si la mera experiencia no les bastara para llegar a una inequívoca conclusión. Y tampoco en el del propio Pedro Sánchez, que cuenta con casi el doble de ministerios que Rajoy, 22 frente a 13, o en el de esos etarras y esos golpistas catalanes a los que el sheriff de Nottingham mima con primor por aquello de que de la dirección de su dedo pulgar depende el que siga volando en Falcon. Esta banda olvida lo esencial: que sólo a los locos y a los masoquistas les ponen las subidas de impuestos y las tributaciones abusivas. Que se anden con cuidado porque en España hay muchos más cuerdos que dementes.

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