Sánchez aplaude: Casado la hizo y ella les deshizo

Sánchez aplaude: Casado la hizo y ella les deshizo
Sánchez aplaude: Casado la hizo y ella les deshizo

El espectáculo ofrecido urbi et orbi por el Partido Popular en la mañana del pasado jueves es de lo poco fuerte que le faltaba por ver y oír a este veterano columnista. Ni en los tiempos de Jorge Verstrynge o de Hernández Mancha se ofreció al respetable tamaño divertimento.

Una lideresa regional enrabietada, acusando al presidente nacional y a su círculo interior de malas prácticas cuando no abiertamente delictivas, frente a un aparato genovés que sale a balbucear y blandir el reglamento interno como fierabrás para todos los males. La cosa no podía dejar de producirse como, finalmente, se ha producido para desgracia de los millones y millones de ciudadanos que ven en el PP el clavo ardiendo al que aferrarse en momentos dramáticos como los que actualmente les toca vivir.

El pus cuando no se saja termina por pudrir lo que le rodea. Tras la victoria electoral del 4 de mayo, el entorno ayusístico convenció a su jefa de que Madrid era parada y fonda, en modo alguno estación términi. Así, por un quítame unas fechas en relación con el congreso pepero madrileño, el souflé adquirió proporciones cainitas y todo lo que hacía la Puerta del Sol era anatema en Génova 13 y cualquier movimiento del cuartel general popular se interpreta en clave liquidativa. Hasta llegar donde se han situado.

Una guerra personalista, feroz, cainita, televisada y letal. Casado y Ayuso peinan ya las suficientes canas como para saber distinguir el grano de la paja en sus respectivos entornos. Si hubiera o hubiese elementos dedicados más a cribar cizaña para medrar ellos mismos que a sostener los intereses legítimos de sus respectivos jefes, lo propio es coger la hoz y sembrar el camino con su sangre. Pero no lo han hecho. Ni la una, ni el otro.

En este desolador panorama para el centroderecha hay margen para la alegría desbordante. ¿Quién o quiénes? El primero Pedro Sánchez que puede presentarse -y lo hará- ante los españoles diciendo exultante: “¿Lo ven ustedes…? No tengo alternativa… ¿Van a confiar España a un muchacho que ni siquiera es capaz de poner orden en su casa…? Para añadir: “Ven ahora como llevaba razón cuando le dije las cosas que dije a la presidenta de Madrid…”.

El otro clamorosamente feliz es, sin duda, Santiago Abascal y su clamorosa y envalentonada muchachada. Los más que presumibles votos del PP que huyan del mismo ante el jolgorio desatado, ¿dónde buscarán refugio? Pues a la grupa del caballo verde.

Escribo esto a las pocas horas de perpetrarse un desastre político. Entiendo la indignación de esos votos que, a cambio de nada, siempre fueron leales a unas siglas y unos valores, entre ellos, la lealtad y la cultura del mérito.

Cierto es que Díaz Ayuso empezó su rutilante carrera política bajo el amparo de Pablo Casado, quince años. Que este, llegado el momento, se la jugó por la hoy presidenta cuando decidió cooptarla como candidata a la Comunidad de Madrid; acertó de pleno. No lo es menos en este relato de coyuntura política que el gran paso hacia la Moncloa de Casado lo dio, amén del desastre gubernativo de Sánchez y sus abrazos con indeseables, el 4 de mayo del pasado año, cuando Ayuso obtuvo aquella memorable victoria en la Comunidad de Madrid.

Ignoro lo que vaya a suceder a partir de ahora. Lo único que me consta es que Winston Churchill llevaba razón cuando advertía a su joven asistente en el 10 de Downing Street, que la política no sólo hace extraños compañeros de cama (no es el caso), sino fundamentalmente, que en política todos los amigos son falsos y todos los enemigos verdaderos. Que se lo pregunten a Pablo Casado o a la que fue su pupila preferida Díaz Ayuso.

¡Vivir para ver!

Al cerrar este post se convoca por redes una protesta ante la sede nacional del PP por parte de los isabelinos y contra el presidente nacional y el secretario general. ¡Suerte tiene la izquierda que su antiguo trabajo lo hacen ahora los militantes del PP! Se van a hartar las televisiones ante un jolgorio inédito. Antes se manifestaban para pedir que Fraga no abandonara o para celebrar victorias electorales. ¡Van progresando!

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