Rufián y el ‘tarado’ de Waterloo

Rufián y el 'tarado' de Waterloo
Rufián y el 'tarado' de Waterloo

Contar la verdad no cotiza al alza dentro del separatismo catalán, de hecho, nunca estuvo entre sus valores. Tampoco lo están las matemáticas, de ahí que una manifestación de doscientas mil personas se convirtiera en una de dos millones. Ni la inteligencia, por eso, quieren convertir a centenares de miles de niños en analfabetos idiomáticos, privándoles del aprendizaje culto de la segunda lengua de uso del mundo, el español, y así restándoles oportunidades laborales en buena parte del planeta. Los valores del secesionismo van más en la línea del supremacismo, el “me lo llevo pa la saca” y el fanatismo tribal.

Pero volviendo a la “verdad”, como no es una de sus ‘virtudes’ no es de extrañar que el único día que el todavía diputado Gabriel Rufián dijo algo que era incuestionablemente cierto su jefe de filas, Pere Aragonès, le obligó a bajarse los pantalones y a rectificar ante el Vizconde de Waterloo, también conocido como Carles ‘vivales’ Puigdemont. Rufián, por un día, dejó de ser ese hombre que lleva impresoras al pleno del Congreso, o que chulea a los periodistas desafectos con el separatismo en la sala de prensa, y dijo algo que es verdad, pura verdad: Puigdemont es un tarado.

Decir que por un tuit mío se declaró la independencia de Catalunya es de tarado, el tarado es quién la proclamó, no quién escribió un tuit”, dijo este miércoles Rufián en la Televisión de las Mil Colinas, también conocida como TV3, haciendo referencia al famoso tuit sobre las “155 monedas de plata” que el republicano escribió en octubre de 2017, cuando Puigdemont parecía haberse echado atrás para no proclamar la secesión de Cataluña. Por supuesto, la valentía le duró a Rufián el tiempo que tardó Aragonés en exigirle que rectificara. A Rufi le encanta la pasta que cobra en el Congreso y dirá siempre ‘amén’ a sus amos supremacistas que lo tienen en las Cortes para que monte numeritos. También para hacer ver que no desprecian a los que los dirigentes de ERC llaman, en la intimidad, ‘charnegos’.

Cualquiera que escuche las invectivas de Puigdemont en contra del Gobierno de España, las instituciones españolas, la justicia española y todo lo que huele a español está de acuerdo con Rufián en que es un tarado. “Tarado”, para la Real Academia Española es un “tonto, bobo, alocado”, y es una definición muy generosa para lo que es en realidad Puigdemont. Un periodista de tercera división que llegó a la presidencia de la Generalitat de rebote y que demostró la validez del Principio de Peter (en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia). Es un fanático que se ha montado una corte de pacotilla en Bruselas, que no sabemos quién la paga – o mejor dicho, sí lo sabemos, todos los españoles — y que se pasa el día, sin que nadie le haga ni caso, intentando demostrar ante la opinión pública mundial que España es una dictadura de la peor calaña.

Como los sucesores de Puigdemont (Quim Torra y Pere Aragonès) han doblado la apuesta por la incompetencia, algún alma cándida podría pensar que el fugado en Waterloo no era tan malo como algunos decimos. Háganos caso: Rufián dijo la verdad, aunque se quedó corto. Desde Artur Mas –él incluido– el nivel de los políticos separatistas catalanes no da ni para una comedia de esas italianas de chistes penosos y muchos desnudos sin justificación del guion al estilo de las de Jaimito. La lástima que estas películas eran financiadas con fondos privados, y esta tropa de caraduras defensores de la República Catalana Supremacista se pasan el día malgastando el dinero público a espuertas.

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