Remember Villalonga (Juan)

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El tiempo corre y se acumula. Sin embargo, el presente actual no se puede explicar sin el pasado inmediato.

Quizá, la persona que mejor supo aprovechar en su beneficio y a toda velocidad la llegada al poder de Aznar (1996/2004) no fuera otro que Juan Villalonga, el ex compañero de pupitre (El Pilar) de don José María. Antes había servido en Credit Suisse y otras firmes de corte financiero; lo que cambia su vida (en todos los sentidos) es la llegada a Telefónica, cuya puerta queda expedita cuando su amigo el presidente levanta una ceja.

“Eldorado” del muchacho. Tuvo que prestarse a lo que se le dictaba desde Moncloa -contra los intereses objetivos de la operadora hacerse con el conglomerado mediático que terminó en fiasco-, pero lo sustancial es que el jurdó manaba como un géiser e inundó a todos los que formaron el círculo interior del orondo Villalonga. Tanto fue así, que el propio Aznar, alertado por los enemigos internos del muchacho, le llamó a capítulo durante una cena en los jardines de palacio -con mujeres- y le conmina a que renuncie a las famosas stocks options que le hacían aún más rico y de paso a sus colaboradores. Prefirió el dinero a la obediencia. Quedaba California, Nueva York, Londres y los paraísos caribeños que podía relatar con todo detalle la ex del Tigre Azcárraga.

Con la perspectiva que ofrece el tiempo y el conocimiento de los hechos, la tentación del columnista podría ser preguntar por aquel fiscal de aquellos años. Se vio envuelto en algunos trajines judiciales; siempre salió impoluto. La desenfilada fue enorme aliada. Hasta que llegó Corinna, que bien podría explicar, ahora que depondrá ante el instructor, qué tipo de personaje es don Juan. Y de qué parte está en el quilombo. El juez le imputó y le desimputó, es decir, como siempre.

El toro siempre busca las tablas. Dicen que merodea con frecuencia lo salones del remozado hotel Ritz con antiguos subordinados. Y también afirman que husmea por las faldas de los nuevos mandamases de Génova 13. A ver si cae algo, llegado el caso En ese predio reniegan del orondo…

Nunca se sabe. No pierdan su rastro ni su olor. 

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