La reforma de Yolanda no anda

Según la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, un impuesto a las eléctricas compensará la inflación desbocada y la reforma laboral iba a arreglar el mercado de trabajo, porque crecerían los contratos indefinidos y los contratos temporales disminuirían por ensalmo. Pues bien: la duración media de los contratos, en lugar de subir, se ha reducido. A cierre de mayo, la duración media se ha situado en 43,3 días, según datos del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE), que no es sospechoso al tratarse de una dirección general del ministerio de la vicepresidenta segunda. El dato está por debajo de lo que marcaba en diciembre de 2021, cuando era de 45,6 días, antes de que entrara en vigor la reforma laboral del Gobierno socialcomunista. O sea, que la precariedad no ha terminado, como presumía la ministra, sino que continúa.
Lo que hizo Yolanda Díaz es acabar con la «temporalidad» por la vía de cambiarle el nombre a los contratos: los temporales se convirtieron en fijos discontinuos, que no computan como parados en las estadísticas oficiales. La trampa contable ha provocado un descenso ficticio de desempleados, pero la situación no ha mejorado. Eso de cambiarle el nombre a las cosas para que parezca que el problema de la temporalidad ha dejado de existir no deja de ser un efecto óptico, un trampantojo. La realidad es la que es, por mucho que Yolanda Díaz presuma de haber cambiado el mercado laboral. Las medidas de Yolanda no andan y basta con rascar un poco en las estadísticas oficiales para darse cuenta de que en las palabras de la ministra hay más propaganda que otra cosa.
Para este viaje no hacían falta alforjas: meses vendiendo la burra coja de que la nueva reforma laboral iba a a acabar con unos de los males endémicos del mercado de trabajo y los contratos temporales -aunque se llamen fijos discontinuos- son más temporales que nunca. Y no hace falta más que bucear en los datos del ministerio de Yolanda Díaz para salir de dudas
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