RajAda Colau
La traición encierra algo tan romántico y elevado que usarlo para definir la mezquina pero previsible actuación de Ada Colau en el órdago de convocatoria de referéndum ilegal del próximo 1 de Octubre sería una irreverencia. La épica de la revolución anticonstitucional, la lírica del sentimiento nacionalista transmuta con ella en algo tan terrenal que pierde hasta la más mínima pincelada de emoción. Colau es la tapada de un prusés concebido abstracto y grandilocuente pero malparido, la autoproclamada delfín de la política catalana, la inquilina del Ayuntamiento de Barcelona que aspira a convertirse en propietaria de su más íntimo anhelo: la GeneraIitat de Cataluña. Por eso el referéndum para ella no es desacato sino movilización que es lo mismo que acariciar el independentismo con guantes de látex, contacto sí pero con la profilaxis calculada de quien no está dispuesta a que sus aspiraciones reales a seguir medrando puedan frustrarse.
Mientras los señoritos de la reconvertida Convergencia apuestan su patrimonio y los alcaldes al servicio de la causa se juegan hasta el ingreso en prisión, ella otea desde su consistorio la posibilidad de ser ascendida a los altares autonómicos. Para qué arriesgar pudiendo jugar a ser pero sin estar. Ese falso activismo que enarbolaba no hace tanto —cuando reconvertía sucursales bancarias en trincheras como líder de la PAH— se ha transformado en una decepcionante y moderada rebeldía de burguesa acomodada. Cuando no se tiene nada que perder se puede comprometer una a casi todo pero también está de sobra comprobado que la casta —con independencia de sus orígenes— tiende al rentismo antes que a la provocación.
La alcaldesa asegura que hará “todo lo posible” para garantizar la consulta mientras cumple personal e institucionalmente con exquisita pulcritud las decisiones del Tribunal Constitucional. Erigida en aliada por el bando independentista —dada la importancia de la capital catalana en la difusión, relevancia y credibilidad del 1-O— ella ha decidido seguir su propia hoja de ruta. No en vano delega el control de la convocatoria en su ciudad a la Consejería de Educación y se intuye que pactará con el Govern una fórmula para priorizar el uso de locales de la Generalitat en la votación, como ya insinuaron Pisarello y Asens, voces autorizadas de Barcelona en Comú y validos de la regidora. Lejos queda ya el clamor del maltrecho Artur Mas quien trazaba su plan soberanista, apoyado en Xavier Trias, apelando al protagonismo y respaldo explícito de la ciudad condal como garantía inequívoca de éxito. Difícilmente imaginaba el antecesor de Puigdemont que su heroína terminaría por ser elemento disruptivo. Golpe de efecto al golpismo marca propia. Desinflarlo, que no impedirlo, para blindarse y salir reforzada.
Colau es lista. Cómo si no se explica que una advenediza a la política, sin oficio ni beneficio, logre llegar a ocupar la alcaldía de la segunda ciudad más importante de España. Cómo si no se explica que una antisistema vinculada al movimiento okupa prefiera ocuparse ahora de su propio ascenso antes que del destino de todo un pueblo. Colau pasará a la historia del referéndum como la perfecta anfitriona. No la subestimen. Rajada o no, haga lo que haga, hará siempre lo que más convenga a Ada.