¿De quién depende el Banco de España? Del Gobierno. Pues eso
Pedro Sánchez ha decidido renunciar al consenso y tomar al asalto otra institución del Estado, el Banco de España, cuyo gobernador será, salvo sorpresa de última hora, el ministro José Luis Escrivá. De poco le han valido al presidente del Gobierno las recomendaciones y apelaciones para colocar al frente del instituto emisor a una persona con un perfil de probada independencia y autonomía respecto al poder político. ¿Para qué, si lo que precisamente pretende el jefe del Ejecutivo es garantizarse el control absoluto del Banco de España y evitar de este modo cualquier tipo de discrepancia en relación con sus políticas económicas?
El mensaje que Sánchez lanza con la designación de Escrivá y también la del subgobernador del organismo -cargos que hasta ahora se pactaban con el principal partido de la oposición- es meridiano: el diálogo y el consenso en aras al interés nacional no caben en su ideario político, de modo que el diálogo y el consenso sólo tienen sentido cuando se trata de favorecer su interés personal. Así que en aras a su estricto interés puede negociar con el separatismo catalán triturar la igualdad entre los españoles, pero no puede negociar con el principal partido de la oposición el nombramiento del gobernador y el subgobernador del Banco de España. No se trata de cuestionar la figura del ministro Escrivá, porque eso sería entrar en el juego de Pedro Sánchez, sino de subrayar que por una elemental cuestión de higiene democrática el titular del instituto emisor no puede salir directamente del Consejo de Ministros, como tampoco debió ser nombrada fiscal general del Estado Dolores Delgado tras ser ministra de Justicia.
La ocupación sistemática del sanchismo del entero entramado institucional es una demostración fehaciente del modo que el presidente concibe el ejercicio del poder. Sánchez no negocia salvo cuando está en juego su supervivencia política. En caso contrario, recurre al asalto como forma de imponer el control sobre todo aquel organismo que disponga de un mínimo margen de autonomía. El Banco de España, por ejemplo. ¿De quién depende el Banco de España? Del Gobierno. Pues eso.