Puigdemont I de Babia
El parentesco de Carles Puigdemont con el ridículo es muy estrecho. De tanto practicarlo, la línea que delimita donde acaba uno y donde empieza el otro es cada vez más difusa. Casi se han convertido en lo mismo. Tras cosechar un nuevo fracaso internacional en Dinamarca —y la cantidad ya resulta innumerable— el expresident huido sigue exprimiendo con ahínco su cerebro para conseguir que el ridículo de mañana siempre supere al ridículo de ayer. Ahora pretende crear un bitcoin catalán como moneda de su «república digital». A este paso, se convertirá en Puigdemont I de Babia, el único lugar —al margen de la incomprensible Bélgica— donde le darían asilo, aunque sólo fuera porque allí residen sus pensamientos prácticamente siempre.
No obstante, hay que reconocer que ex mandatario regional no va del todo desencaminado dentro del universo paralelo en el que reside. Una moneda basada en la nada es lo que mejor se acopla a una república basada en la ilegalidad. Lo más preocupante de Carles Puigdemont es que no tiene la capacidad de parar. Esta idea peregrina del bitcoin catalán, a mayor gloria de una propaganda independentista que roza el delirio, no es más que el siguiente capítulo de su propuesta estrella: crear un sistema digital que le permita gobernar desde Bélgica. Conviene no tomarse muy en serio a Puigdemont porque la estupidez es una de las pandemias más contagiosas que existen.
Seria, sin embargo, sí es la situación de inestabilidad política y social que la demencia de Carles Puigdemont y sus adláteres han dejado tras de sí en Cataluña y a los catalanes. La situación económica comienza a ser muy preocupante. El turismo, uno de los principales motores de la economía autonómica, ha caído en 126.000 turistas desde el pasado 1 de octubre. Mientras el resto de España sigue creciendo y presenta un aumento de 722.000 personas más que en el mismo periodo de 2016, los números se desploman al otro lado del Ebro como consecuencia de una deriva que, lejos de cesar en sus veleidades, amenaza con volver a repetirse paso por paso. Mientras los ciudadanos sufren, Puigdemont tiene tiempo para idear sistemas informáticos que le permitan «gobernar» desde Bélgica así como una moneda de humo para ahondar en una crisis que empieza a notarse y mucho. Ecce homo, ese el hombre que los independentistas quieren que vuelva a ser el presidente de todos los catalanes.