Puertas giratorias: una lacra prescindible
Después del bochorno y la indignación popular‚ unidas a un ataque de los medios —salvo los habituales paniaguados del poder— prácticamente unánime, el exministro José Manuel Soria renunció el pasado martes al puesto de director ejecutivo del Banco Mundial, para el que había sido propuesto por el Ministerio de Economía. En su carta de renuncia, Soria aclara que su decisión se produce a petición del Gobierno. Una metedura de pata sin precedentes del Gobierno en funciones que nos da idea de cuán poca sensibilidad tiene con la situación política actual y del escaso valor que otorga a la indignación popular en contra de las llamadas ‘puertas giratorias’.
En el peor momento
El ex titular de Industria afirma‚ en una misiva dirigida al secretario de Estado de Economía, Íñigo Fernández de Mesa, que declina la elección para tan alto cargo por la «desproporcionada» utilización política que se ha hecho de su designación, hecha pública tan solo pocos minutos después de concluir el fallido Pleno de Investidura de Mariano Rajoy. Torpeza sobre torpeza puesto que‚ si la intención del Ejecutivo era que este «error» pasara desapercibido‚ los resultados no han podido ser más desastrosos. Una factura de incalculables proporciones para unos partidos‚ en especial el PP‚ en la cuerda floja ante la posibilidad cada vez más probable de unas terceras elecciones en diciembre.
Llovía sobre mojado puesto que ya en junio y‚ tras una información difundida en exclusiva por ‘La Sexta’ en tal sentido‚ el que parece ser responsable del desaguisado‚ el ministro de Economía Luís De Guindos‚ negaba «con toda la boca” en compañía de otros miembros del ejecutivo que esta designación se estuviera gestando.
De lo que estamos hablando
El Soriagate nos invita a reflexionar, una vez más, sobre el problema nunca resuelto de las ‘puertas giratorias’ y las dudas acerca de si son simplemente nocivas para la democracia o incluso potencialmente delictivas.
Casi todas las formaciones políticas‚ en especial Podemos‚ han convertido la prohibición de dichas puertas en una de sus banderas: legislar para impedir que ningún ex alto cargo del Gobierno pueda, una vez concluida su actividad política, entrar en el Consejo de Administración de ninguna empresa relacionada con su potestad regulatoria, durante su mandado gubernativo.
Un poco de historia
Si hacemos un pequeño inventario de lo que las puertas giratorias representan en España podemos contar hasta 80 políticos presentes‚ con diferentes cargos‚ en distintos Consejos de Administración de grandes empresas. PP y PSOE concentran el 88% del total; lógico‚ visto que sólo ambos partidos fueron los únicos que desde 1982 tuvieron responsabilidades de Gobierno. De los citados‚ un 46% del total pertenecen al PP y un 42% al PSOE, aunque también hay representantes de la extinta Convergencia y Unió —hoy Partido Demócrata— PNV, IU y la desaparecida UCD‚ además de UPN. La gran mayoría de estos políticos han recaído en sectores tan dispares como telecomunicaciones, banca, farmacia y construcción pero llama la atención que el 51% hayan ido a parar a los órganos de Gobierno de empresas energéticas.
Merece la pena recordar que el 70% de los 190 ministros que han formado parte de los distintos Gobiernos de España desde las elecciones del 1977 no habían tenido experiencia previa alguna en el sector privado, mientras que el 63% de ellos eran funcionarios.
Mordidas en ‘pasta’ y especie
Por más que muchos se empeñen en negarlo, las puertas giratorias constituyen un grave episodio de corrupción que —usando el vocabulario de la señora Cospedal— podríamos considerar «en diferido»: las grandes empresas del IBEX, en lugar de pagar mordidas en cash para que los gobernantes promulguen normas a su medida, se comprometen a prepararle un cómodo y lujosamente remunerado puesto en sus Consejos de Administración cuando cesen en sus responsabilidades políticas. Una vergüenza también diferida‚ difícilmente justificable por sus beneficios, si es que los hubiera, para la ciudadanía. Valga como muestra que la electricidad española para los hogares es la cuarta más cara de Europa. Tan solo Dinamarca, Alemania e Irlanda, países con un PIB per capita muy superior al de España pagan más por lo mismo. ¿Tendrá que ver con ese 51% de exministros que han recaído en los consejos de grandes eléctricas? ¡Ahí va la duda! El hecho duele y nos lleva a la conclusión de que una de las peores costumbres de nuestros gobernantes es privilegiar a ciertas corporaciones para cobrar —incluso años después— por haberlas privilegiado en la asignación de jugosos contratos.
Puertas corruptas… y ruinosas
Los costes para nuestra economía derivados de tal relación personal, y casi pseudodelictiva, entre políticos y empresas no son en absoluto despreciables: un reciente estudio ha puesto de manifiesto que buena parte del deterioro de la productividad de la economía española durante los últimos 20 años puede relacionarse‚ directamente‚ con estos vínculos‚ vergonzosos y mafiosos‚ entre las empresas y el Estado, hasta el punto de que el PIB de nuestro país es hasta un 4% inferior del que podría haber sido en ausencia de estos compadreos infames que enfangan la credibilidad de buena parte de la clase política y que dan idea de la relevancia que tienen las elites económicas financieras en nuestro bienestar. Esto demuestra hasta qué punto es importante enfrentarse‚ de forma inmediata‚ a esta lacra democrática que deja España entre los países donde la corrupción ha registrado un mayor crecimiento en los últimos años.
Diagnóstico claro pero… y los remedios?
Expuesto todo lo anterior, las soluciones planteadas en el pasado reciente‚ tanto por parte de Podemos como por otras fuerzas de la izquierda‚ no han sido las más adecuadas: no han resuelto el problema de fondo y, aún peor, han generado otros más importantes. Han partido además de una premisa errónea: que las puertas giratorias son de derechas. En España‚ más que en otros países‚ hemos visto ya demasiadas veces que los chorizos y los mafiosos no tienen color. De azul, rojo y más colores están vestidos muchos consejos del IBEX.
Corrompe el poder‚ no las empresas
La prohibición sería inútil. Existen mil formas de saltarse las eventuales restricciones. La única fórmula cabal sería inhabilitar a cualquier expolítico y a todo su entorno a desarrollar cualquier actividad profesional en el sector privado. Algo absurdo porque alejaría de la actividad política a cualquier persona mínimamente cualificada‚ lo cual nos lleva a otro grave problema: hay notables diferencias entre las retribuciones que se pagan en el sector privado y los sueldos de los funcionarios públicos. No olvidemos que Soria, si finalmente hubiera podido disfrutar de su puestazo en el Banco Mundial hubiera percibido nada más y nada menos que la friolera de 226.000 euros netos más dietas y gastos de desplazamiento. El triple de lo que gana Mariano Rajoy.
Conviene precisar que no todo político que a su salida del cargo pasa a integrar la plantilla de una empresa lo hace como contraprestación a privilegios concedidos. También hay gente honesta y algunos de ellos únicamente regresan al mismo sector privado del que procedían antes de participar durante algunos años en política. Prohibir las puertas giratorias conduciría, en última instancia, a que sólo pudieran dedicarse a la política los funcionarios públicos. Exactamente lo que nadie quiere. Necesitamos más que nunca que en política entren los mejores, los más preparados, los que más vocación de servicio tienen y‚ especialmente, los más honestos.
En definitiva, las puertas giratorias en sí no son malas. Incluso pueden ser deseables. ¿Os imagináis que los ministros y altos funcionarios en lugar de ser elegidos solo mayoritariamente entre opositores fuesen también seleccionados entre profesionales con experiencia en los sectores en los que van a desarrollar su actividad? La administración tendría mejores profesionales. Con esto no pongo en discusión que haya funcionarios opositores muy buenos pero para muchos puestos abriría también a una selección diferente.
El modelo americano
En Estados Unidos‚ uno de los países menos corruptos del mundo, la mayoría de los puestos más relevantes de las administraciones públicas se seleccionan a través de empresas de cazatalentos, al igual que se hace en el sector privado. El problema radica en el poder del funcionario. Y como todos sabemos‚ el poder conlleva corrupción. Por lo tanto, lo mejor sería despojar de ese poder tanto al político como al funcionario. Así podríamos tener altos funcionarios y políticos preparados, no opositores que recalan en política por no haber encontrado trabajo en la esfera privada. Los funcionarios podrían además abandonar la administración y pasar al sector privado cuando quisieran‚ aportando su conocimiento del sector público. Pero, eso sí, minimizando la corrupción.
Tenemos que acabar con las puertas giratorias‚ no prohibiéndolas‚ sino erradicando los infames privilegios que las motivan. Si quitamos a los gobernantes el poder de asignar contratos a su antojo eliminaremos la tentación principal que lleva a estas corruptelas vergonzosas. Se llaman ‘puertas giratorias’ pero, en realidad‚ lo que hemos visto en los últimos años son muchos ladrones con trajes a medida que se han forrado en empresas y sectores de los cuales no tenían ni p..a idea.