El primer error de Salvador Illa
No han pasado ni cien días -de hecho tomó posesión el sábado- y Salvador Illa ya ha cometido su primer error. Poner a Miquel Sàmper de titular de Empresa y Trabajo. Yo descubrí al citado Miquel Sàmper cuando la Guardia Civil registró, en septiembre de 2017, la sede de la empresa Unipost en Terrassa. A la búsqueda de las urnas del referéndum previsto para el 1-0. En TV3 salió un abogado hiperventilado, rodeado de esteladas, diciendo que la operación de la Guardia Civil era ilegal y que se había hecho sin las suficientes garantías «que establece la Ley de Enjuiciamiento Criminal».
Me pregunté: ¿Y este quién es? En esa época ya era concejal del Ayuntamiento de Terrassa. Había sido una apuesta personal de Josep Rull con un éxito apabullante. Pasaron de nueve concejales en las elecciones municipales del 2011 con CiU. A tres en el 2015 con él de cabeza de lista. Pero, con esa intervención, ya debí imaginar que el hombre haría carrera en Junts. En efecto, Quim Torra -el de las «bestias carroñeras»- lo nombró consejero. Nada menos que de Interior. Con mando en plaza sobre 17.000 agentes.
Torra tenía atravesado a Miquel Buch, el titular hasta entonces de la cartera. El cese le pilló por sorpresa porque era un convencido de la causa. El día de autos estaba en un acto con la periodista Mònica Terribas y casi se le escaparon unas lágrimas.
Pero no se preocupen. Una de las características del proceso es que sus dirigentes siempre encuentran trabajo. Buch fue recolocado primero en la empresa de infraestructuras de la Generalitat -a más de 100.000 euros al año- y, cuando Junts salió del Govern, como secretario de la Asociación de Municipios de Catalunya. La presidenta es otra exconsejera: Meritxell Budó. De Presidencia, en este caso.
La verdad es que Sàmper duró poco en el cargo. Lo nombró el 3 de septiembre del 2020. Y aguantó hasta mayo del 2021 cuando finalmente se convocaron las elecciones al Parlament. Ahí ya debió quedarle una espina clavada. Tanto hacer méritos para no llegar ni a un año. Como premio de consolación lo pusieron en la Comisión Jurídica Asesora. A poco que hiciera un par de informes al mes, podía sacarse 3.000 o 4.000 euros. Lo suficiente para ir tirando.
El nombramiento de Sàmper fue de las últimas cosas que hizo Torra porque acabó siendo inhabilitado por el Supremo por aquella pancarta colgada en el balcón de la Generalitat. Aunque, en realidad, fueron dos. Una detrás de otra. Después, para redondear el sueldo -como algún otro abogado que ha cerrado el despacho- lo pusieron también de tertuliano en Rac1, la cadena oficiosa del proceso. Ya no sé si como cuota indepe o como socialista tapado.
En calidad de consejero, fue el que recuperó al mayor Trapero tras su absolución por la Audiencia Nacional. Y cesó al anterior jefe, Eduard Sallent, que meses después, con ERC, recuperó el cargo. Las vueltas que da la vida. Sallent pasará ahora a la historia como el jefe de los Mossos al que se le escapó Puigdemont. Y Trapero volverá a recuperar la jefatura del cuerpo. Al menos según anunció el propio Salvador Illa en campaña. El día del relevo, en la sede central de los Mossos en Sabadell, me echó la bronca en público. Porque se me ocurrió pedir si Sallent podía decir unas palabras. No se me olvidará en la vida.
La verdad es que empezó a desmarcarse de Junts el pasado mes de febrero cuando anunció, a bombo y platillo, que se daba de baja. Enseguida pensé: se está buscando la vida porque, en política, nada es casual. Aunque tengas un bufete que lleva tu mujer, es muy duro volver a hacer de abogado cuando has sido consejero. Además, tienes hambre de micrófono. Incluso se lo dije a un dirigente de Junts que lo había apadrinado. «Sàmper se está acercando a los socialistas». No me hizo caso.
El paso definitivo fue en mayo, cuando él y otro exconsejero, Santi Vila, expresaron su apoyo electoral a Illa. Por cierto, Santi Vila debe sentirse descompuesto y sin novia. O sin novio. ¿Por qué Sàmper sí y yo no? A no ser que le caiga otro cargo inferior en las próximas horas. O semanas.
Desde luego los de Junts han lamentado la conversión. Jordi Turull ha afirmado que se ha movido por intereses económicos. Y José Antich, desde su digital, ha manifestado que el fichaje es «sorprendente».
Pero no hay mal que por bien no venga: todo ello demuestra la calidad moral de los dirigentes del proceso. ¿Estos querían proclamar la independencia? Gandhi fue detenido más de una decena de veces por los ingleses. Y Mandela pasó treinta años en prisión. Estos se arriman al mejor postor. El proceso siempre fue una agencia de recolocación y un qué hay de lo mío.
Un último detalle biográfico del personaje. Para que vean su consistencia ideológica. Antes de pasarse al independentismo -y ahora al socialismo- sonó de alcaldable del PP en Matedepera, localidad en la que vive.