Apuntes Incorrectos

Los precios y el ahorro: de Ayuso a Feijóo

Ayuso Feijóo
Los precios y el ahorro: de Isabel Díaz Ayuso a Alberto Núñez Feijóo

El lunes pasado, con nocturnidad y alevosía, el Gobierno aprobó un plan energético de urgencia para hacer frente a un eventual corte de gas ruso y cumplir con el mandato de la Comisión Europea a fin de ahorrar, en el caso de España, hasta un 7% del consumo. El poder ejecutivo tiene la capacidad de imponer restricciones de obligado cumplimiento en la Administración pública y toda clase de organismos que dependen de él, así como en los monumentos que forman parte del patrimonio de Estado que gestiona.

El problema, y grave, se plantea cuando, en un alarde más de la arbitrariedad a que nos tiene acostumbrados, se extralimita en sus facultades y quiere regular coercitivamente la vida de las empresas y de los individuos estableciendo a través de un decreto ley la temperatura a la que deben estar los locales comerciales, las oficinas de las compañías privadas, las horas de iluminación e incluso la realización de obras para adecuar los almacenes, tiendas, restaurantes y demás a sus caprichos ecologistas.

El día siguiente al de autos estuve en la tertulia matutina del programa Buenos Días de Telemadrid, donde voy con alguna frecuencia, y me preguntaron por mi opinión. Dije la serie de obviedades de rigor, que jamás deberían ser relevantes salvo en un país como el nuestro, asediado por el énfasis totalitario del socialismo radical instalado en La Moncloa. Entre ellas, que el presidente Sánchez no es quién para conculcar la libertad de empresa ni interferir en el comportamiento de los ciudadanos. También, que los precios aportan a los agentes económicos una información esencial sobre el estado de la oferta y de la demanda. Si no son groseramente manipulados por la intervención estatal, reflejan la escasez real de un determinado bien o servicio y esto permite a los ciudadanos tomar las decisiones correspondientes para adaptarse a las nuevas circunstancias provocadas por la crisis de suministro agravada por la invasión de Ucrania. Ya ellos de manera autónoma y voluntaria se ajustarán al aumento de los costes ¡por la cuenta que les trae!, e intentarán salvaguardar al máximo su cuenta de resultados y blindar lo más posible su nivel de renta. Lo contrario al desenvolvimiento natural del hecho económico por antonomasia es un atentado contra las leyes del mercado que acaba produciendo efectos opuestos a los perseguidos.

La prueba del sentido común que encierran estas cuestiones tan elementales es que todos los testimonios recogidos por Telemadrid entre los dueños de los comercios y los clientes eran claramente contrarios a esta intromisión abusiva y probablemente ilegal en su actividad profesional o consuntiva bajo el pretexto falsario de la solidaridad con Europa. Todos los empresarios, con sus negocios ya previamente castigados por una presión fiscal asfixiante, se oponen con rotundidad a las nuevas medidas -que perjudicarán sus cuentas magras- y el público en general, también, salvo aquellos especímenes inexorablemente contaminados por la propaganda oficial contra el cambio climático.

Cuando abandoné el programa, después de dar estas muestras de liberalismo irreductible, en las que básicamente coincidían mis compañeros de mesa, me vi muy reconfortado. Mi admirado catedrático Benito Arruñada ya había salido al paso con el siguiente tuit: «¿Acaso sabe el presidente Sánchez qué temperatura es necesaria en cada actividad o lugar? Los precios reflejan la escasez real. Hay que dar libertad a los ciudadanos porque nosotros sí sabemos qué nos conviene a qué precio».

Quien, aún ayuna de grandes conocimientos económicos, cuenta con asesores de primera categoría y tiene una intuición poderosa sobre el papel de los mercados, la importancia del mundo de los negocios y de los principios liberales que deben guiar a la sociedad, porque son moralmente superiores a cualquier otra alternativa es Isabel Diaz Ayuso. Y así, últimamente discreta -no se puede estar todo el día en la cresta de la ola y hay que conservar todas las energías posibles para el otoño duro que nos espera-, este signo postrero de absolutismo de Sánchez la ha resucitado con la misma fuerza de un adolescente en defensa de la libertad. «Madrid no se apaga y se resistirá con todas sus fuerzas a una ley que expulsará el turismo y podría convertir la ciudad en un lugar triste y peligroso».

A pesar de sus miles e insalvables defectos, hemos de agradecer a Sánchez que revitalice y refuerce a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que es la oposición genuina a todos los desmanes del sanchismo, cometidos y por cometer. El mandarín de la Moncloa y varios de sus lacayos, como la torpe, incapaz y soberbia Nadia Calviño han reaccionado acusando a Diaz Ayuso de «egoísta e insolidaria». Todas estas referencias de naturaleza moral impropias del lenguaje político solo reafirman el puritanismo hipócrita del socialismo de nuestro tiempo, que es la guinda de su carácter devastador.

El caso es que la presidenta de Madrid ha vuelto a poner en estado de revista toda su potencia de fuego  evocando de nuevo la disyuntiva entre socialismo y libertad, que fue el eslogan que la aupó a la victoria en las pasadas elecciones y la que profundizará aún más su mayoría en las próximas. En la capital, Sánchez está definitivamente condenado de por vida, y es de esperar que sea derrotado también en el conjunto de España.

La táctica empleada al efecto por Feijóo es la del pragmatismo, un moderantismo a veces insufrible y una prudencia que me enerva. Entiendo sus razones: cree, y seguramente está en lo cierto, que para ganar con el respaldo suficiente y llegar a la Moncloa es ineludible atraer a parte de los votantes del PSOE, que es lo que ha conseguido el señor Bonilla en Andalucía. Y no me parece mal el reparto de papeles que ha habilitado: Ayuso como perro de presa del radicalismo en el poder, él mismo como el perro san bernardo dispuesto a reconfortar a los heridos, damnificados o sencillamente asqueados por el personaje siniestro que se ha hecho con el mando y está destrozando la historia del partido, socavando cada día un poco más su futuro.

Pero esta estrategia tiene sus contraindicaciones y puede resultar temeraria. Pongamos el caso que nos ocupa. Al parecer Feijóo comparte la opinión oficial de que es necesario limitar la temperatura de los establecimientos privados así como reducir la contaminación lumínica, que es otro de los espantajos del progresismo ambientalista. Es una posición peligrosa. Hay que calcular finamente la línea roja que no se debe traspasar, no vaya a ser que por ganar adeptos socialistas desencantados se acabe expulsando a los seguidores propios y se renuncie a captar a votantes de Vox dispuestos a entregarse al sufragio útil pero vigilantes ante el exceso de cintura del gallego y su coqueteo con los socialistas. Modestamente pienso que nunca la exhibición descarnada de la falta de principios y de valores, o que la ausencia del mínimo conocimiento sobre la importancia de los precios en la higiene económica o la mejor manera de promover el ahorro energético sin causar excesivo dolor a la población, haya sido rentable.

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