El PP activa su baza europea

PP activa

Con buen criterio, Nuñez Feijóo ha trasladado en Bucarest, sede del último cónclave del centroderecha europeo, los dos grandes y graves problemas que golpean sañudamente la democracia española: corrupción y amnistía, que, en el fondo, son dos problemas en uno porque la amnistía es corrupción política y económica.

Es fácil entender el inmenso enfado que hiere a las huestes sanchistas, por el elemental hecho de que el principal partido de España (no hay que olvidar que Sánchez perdió las elecciones del 23J) haya puesto en el foco de la familia popular los temas que sacuden España; en ese predio, la presidenta Díaz Ayuso ha denunciado el compadreo que mantiene con Pedro Sánchez la primera ejecutiva de la Unión Europa, la teutona Ursula Von der Leyen, que necesita al Gobierno español para volver a ser elegida como mandataria. No debe ser la única miembro del Partido Popular Europeo (PPE) en compartir opinión sobre la todavía presidenta de la Comisión, porque la alemana ha sido propuesta de nuevo sin demasiado entusiasmo, sólo con un 40 por ciento de los votos de las formaciones que forman parte del Partido Popular Europeo. Y lo ha sido porque es alemana (CDU) y el superjefe del PPE es otro alemán de procedencia bávara, Manfred Webber, gran amigo de España y profundo conocedor de lo que aquí sucede, informado permanentemente por el levantino González Pons.

Dice un dirigente popular que en Europa ya saben que Sánchez es un corrupto. Tampoco hace falta estar en la pomada para concluir tal sentencia. Es una de las grandes preocupaciones de la Moncloa en los actuales momentos. Sánchez ha venido despreciando a Feijóo, como antes hizo con Pablo Casado cuyo nombre utiliza en falsedad, y no ha dejado al gallego otro camino que recurrir a Europa para denunciar las tropelías y el satrapismo sanchista. Ha pedido apoyo a sus pares europeos para combatir lo que a todas luces constitucionales son abusos de poder, extralimitaciones legales, etc.

Confían en que, el 9 de junio, las elecciones europeas supongan un nuevo y definitivo paso para terminar en el sur de Europa con un primer ministro atípico y extrafalario.

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