El ‘Picasso’ de Quim Torra
El separatismo catalán está muy crecido, y no para de demostrar que puede reírse en la cara de todos los españoles. La última provocación ha sido que el Museo de Historia de Cataluña, equipamiento público que es visitado por todos los escolares de esta comunidad autónoma en alguna fase de su etapa educativa, va a exponer la pancarta en apoyo de los presos golpistas del 1-O que motivó la inhabilitación de Quim Torra de su cargo como presidente de la Generalitat. El “lo volveremos a hacer” se extiende a todos los ámbitos, incluso en el adoctrinamiento escolar que significa mostrar este símbolo partidista a niños.
Como el secesionismo no se oculta, y dice las cosas claras, para presumir de la pancarta dicho museo hizo una presentación pública con Torra, la directora del equipamiento y el director de la Agencia Catalana del Patrimonio Cultural. Claro, dicha pancarta es para el separatismo “patrimonio cultural”, cuando en realidad es propaganda totalitaria en defensa de unos golpistas que quisieron privar de sus derechos civiles y democráticos a millones de catalanes. Para más cachondeo, Torra firmó el convenio de cesión de la pancarta al museo, como si se tratara de un Picasso o de un Van Gogh.
Cada vez tengo más claro que los constitucionalistas catalanes estamos perdiendo la guerra contra el separatismo catalán, a pesar de las condenas del Tribunal Supremo a sus principales líderes. O seguramente por esto mismo, porque gracias a que las penas se descafeinaron mediante el delito de sedición, y a que la Generalitat se desvive para que la estancia hotelera de los políticos presos sea lo más cómoda y por el menor tiempo posible, la sensación de impunidad se está extendiendo. Por ejemplo, unas pocas docenas de radicales llevan cortando la Meridiana, uno de los principales accesos a Barcelona, desde hace más de 270 días sin ningún tipo de cortapisas, mientras agreden a periodistas, ponen música a todo volumen y encienden hogueras. Por supuesto, los Mossos d’Esquadra se lo miran de lejos y el Ayuntamiento de Barcelona lo consiente sin alzar la voz a pesar de las molestias que causan a los vecinos.
Además, durante los confinamientos, tanto en la primera como en la segunda ola, se han celebrado docenas de concentraciones y manifestaciones separatistas en toda Cataluña sin que se respetaran las normativas sanitarias para evitar la propagación del Covid-19. Montar una comida familiar en estos días es como hacer un sudoku de los difíciles para no incurrir en ilegalidades, pero juntar a cien radicales para gritar “Puta España” y “Visca Terra Lliure” o quemar banderas de España es coser y cantar mientras la Generalitat lo consiente, por no decir que lo aplaude. Esta es la Cataluña del “moderado” y “pactista” Pere Aragonès cuyo portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, da lecciones de “gobernabilidad” a la media España que combate al independentismo.
El separatismo está a tortas a causa de las próximas elecciones autonómicas en la que se tendrá que dirimir si el puigdemontismo heredero del pujolismo cede la hegemonía a Esquerra Republicana. Pero por mucho que los de Junqueras y los de Junts per Catalunya se estén enfrentando entre ellos, y no disimulen su rencor mutuo, su hoja de ruta compartida no la han dejado de lado. Que España les repugna es un hecho, y que quieren despojar de la condición de ciudadanos a los catalanes que no acepten sus postulados es su objetivo político real. O asimilación, o adiós a los derechos cívicos. Y cada día, todos los días, muestran su poder. Sin que nada ni nadie les detenga. Al contrario, cada día consiguen dar un paso más en su agenda rupturista que solo busca la destrucción de España.