Los perros de Sánchez

Pedro Sánchez dimisión

Las siguientes líneas resumen lo acontecido en la España del esperpento y la disolución, de la decadencia moral, institucional y política y de la estulticia que, a borbotones, brota de unos y otros cuando se trata de explicar lo que sucede. Unos días manchados por el desprestigio en el que quedan retratados desde periodistas hasta ciudadanos.

Día 1. Sánchez, Conducator de la izquierdona y Caudillo de la España iletrada y subvencionada, se toma unos días de asuntos propios para meditar si se va a su casa o decide que la mitad del país le siga rindiendo culto de sumisión y lametón tribunero a su liderazgo felón y descosido por los escándalos de corrupción y nepotismo.

Día 2. El periodismo comprometido (con las ayudas del BOE) activista y golpista, el que llamó a rodear las sedes del PP aquel infausto 13 de marzo de 2004, resucita su vis revolucionaria y se pone a impulsar manifiestos de apoyo al Duce que todo le subvenciona y paga. La independencia de ese cuarto poder, cuya misión fundacional es vigilar y fiscalizar al primero, ya si eso otro día.

Día 3. La Plataforma Sanchista de Obedientes Embusteros (PSOE) convoca un comité de urgencia para refrendar su masaje al jefe y para ello quemaron los teléfonos de cada una de las sedes socialistas pidiendo a los colocados que acudieran a la llamada. Repetir en una futura lista les iba en el intento.

La escenografía posterior a la convocatoria fue tan bochornosa como ridícula. Montero, sucesora del Führer si éste decide irse para que no sepamos las montañas de guano que tiene encima, salió a la calle, y tras golpearse el pecho numerosas veces ante una jauría de fieles obedientes, corrió a pedir unión y fuerza a esa militancia sumisa que compone un espacio electoral inamovible, cuyo cerebro hace mucho tiempo que consume papilla argumental y propaganda precocinada.

Día 4: El socialismo charocrático sigue buscando cómo rendir al poder judicial y a los medios rebeldes para siempre, en esa impunidad en la que ha nadado el PSOE y sus acólitos desde que tomaron consciencia de su poder. Creen en la justicia cuando es contra los demás, pero si actúa contra ellos, se rebelan y arman la revolución. Quieren delinquir con impunidad e inmunidad y si les pillan, atacan la democracia como nadie. Llevan toda la vida haciéndolo (2ª República, GAL, ERE, amnistía…).

Día 5: La decadencia política alcanza su máxima expresión de desprestigio nacional y despropósito institucional con la retórica despausada de Montero y Puente, a los que Sánchez colocó ahí para pelearse con el diccionario y la verdad, porque ya sabemos que los comisarios iletrados no están para gestionar, como bien nos recordaba esa obra sublime del cine que es La vida de los otros, retrato perfecto de la sociedad soviética a la que aspira Pedro Stalin y su pesebre de Ferraz.

«Nos llaman perros porque somos leales», gritaba la hooliganera Montero ante la prensa babeante y la sociología esclava. Desconoce que el perrosanchismo, más que lealtad, exige una vida de aceptación rigurosa a las cadenas que atan a un escaño, un puesto, un dedo, un líder. Esa es su lealtad. En otros tiempos, a los perros de Sánchez se les llamaba camaradas.

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