Para Pedro Sánchez el derecho es un estorbo
El político Sánchez, animal de poder por excelencia, va a pasar a nuestra historia por muchas cosas. Es un poco caricatura, y de hecho resulta sencillo hacer mofa de sus maneras, sus andares y su chusca manera de sacar la carta que interesa en la mesa de juego. Pero que nadie se llame a engaño porque los sujetos más caricaturizables, o si no que se lo digan a Churchill con su chistera y su puro, son los que pasan a la posteridad. En el caso del de Tetuán, hay un importante legado para las generaciones venideras que quieran dedicarse a la cosa pública: entender que eso de las cuestiones legales no es más que un simple obstáculo que se salta con una pierna.
Como además es el guardián del relato, y tiene el auténtico liderazgo del país, pese a quien pese, y marca los tiempos de lo que interesa y lo que no, y ahí está la escandalera de su colega Rubiales para demostrarlo, cuando le interesa, pone el foco sobre el problema jurídico siempre como inconvenientes. Que hay que negociar con los catalanes para llegar a la «concordia», y que alfombren más años en Moncloa, pues comenzamos a debatir sobre la ley de amnistía y su encaje constitucional. Bueno, no es mucho el debate porque se marca el territorio inmediatamente, con la ayuda inestimable del actual TC, convertido en órgano consultivo de gobierno, sobre la bondad de cualquier texto normativo en la línea del olvido de los delitos. Lo mismo ocurre con los referendos o consultas, que lo de la nomenclatura es cosa de propagandas y agencias de comunicación, nada más, ya que lo importante es la esencia de lo que se decide. Ahora proposición de ley, que eludo la necesidad de escuchar al Consejo de Estado (aunque lo presida una ex ministra mía), ahora un decreto ley con el que nos desayunamos cada martes, aunque fuera ese mismo que no le gustaba cuando lo hacía Rajoy.
Una gran ternura inspiran muchos juristas afanados en realizar sesudos análisis sobre estas añagazas sanchistas. Se desliza como un mantra lo que ya he acordado hacer sin duda (amnistías, consultas, mutaciones constitucionales) para que haya un desgaste que se pierde en la contradicción conceptual, que es la verdadera antesala de la aceptación resignada de lo inevitable. Magistral táctica la de ir ganando metros en la playa, cuando ya hemos negociado y cobrado los terrenos.
Si no nos gusta el reglamento del Congreso para hacer de la Cámara una Torre de Babel de las Españas, o se cambia, o no se aplica, que ya se recurrirá. Y la idéntica pequeña traba para constituir grupos parlamentarios de prestado, con Diputados que concurrieron en listas diferentes, se salva, pues tampoco lo jurídico puede ser un obstáculo. Es magnífica la destreza del Presidente del Gobierno en funciones para ir despejando las dudas legales, siempre a la vanguardia del problema, antes incluso que aparezca como tal. No puede olvidarse aquello de Marx que en definitiva «el derecho es la voluntad de la clase dirigente convertida en ley».
Según las normas ortográficas de la RAE, el derecho como rama de conocimiento debe escribirse en minúscula, salvo que se refiera a un título o asignatura. Para Sánchez debe escribirse en un carácter tan infinitesimal que sólo puede mirarse con lupa. Allá van leyes do quieren reyes…