Los (otros) perdedores de las elecciones británicas

Los (otros) perdedores de las elecciones británicas

Cualquiera que haya leído la prensa española en las últimas semanas, habrá llegado a pensar que el líder de la izquierda británica, Jeremy Corbyn, estaba muy cerca de disputarle la victoria a Johnson, que podía repetir el éxito de Tony Blair y convertirse en el próximo primer ministro del Reino Unido. El “mainstream” o “corriente dominante” de los medios de comunicación españoles, en manos de la izquierda ideológica, nos ha tratado de vender y convencer que Boris Johnson iba a fracasar, que su imposibilidad para formar gobierno iba a significar el fin de su carrera política, que el Brexit estaba a punto de pasar a mejor vida, y que el dominio de la izquierda en España y Portugal iba a dejar de ser una excepcionalidad para la izquierda europea. Sin embargo, la estrepitosa derrota de los laboristas, la peor desde los 30 del siglo pasado, ha mostrado una vez más que muchos medios de comunicación confunden sus deseos con la realidad.

Una cosa es la línea editorial y otra muy distinta es informar a diario con la mirada puesta en la hoja de ruta del pensamiento, porque se corre el riesgo de caer en la desinformación, en la manipulación y en el sectarismo. Lo ocurrido con la atroz campaña española y del ‘establishment’ de la izquierda contra Johnson me recuerda al vivido hace ya tres años contra Donald Trump o hace 15 años en la contienda electoral Bush-Kerry. Recuerdo como un Iñaki Gabilondo envalentonado se lanzaba a la piscina en la misma noche electoral estadounidense para anunciar la derrota de Bush hijo frente a John Kerry. Sin embargo, acabó estrellándose sobre una piscina vacía. Bush acabó vapuleando y retirando del liderazgo demócrata a Kerry.

Aunque el manual de lo ‘políticamente correcto’ establezca que Boris Johnson es un ser nefasto, político mediocre y demás retahíla de descalificaciones, me gusta Johnson. Y me gusta porque es el primer líder político europeo procedente de un partido tradicional, como es el conservador, en plantar cara en aquello que más le duele a los ‘progres’, es decir, no comulgar con ruedas de molino y someter sus verdades absolutas a revisión y escrutinio. El ‘Brexit’ es prueba de ello. La salida de los británicos no es buena, ni mala en sí misma. De hecho, si fuera mala, toda Europa se habría empleado a fondo para evitarla. Pero no. Del mismo modo que la antigua Unión Europea vivió sin los británicos hasta 1971, puede hacerlo también ahora. La cuestión de la permanencia o abandono del Reino Unido es más un problema de los globalistas totalitarios que para el ciudadano medio.

A lo globalistas totalitarios les gusta decidir por usted o por mí desde los bastidores de la política y sin haber sido democráticamente elegidos por nadie. Ellos, que se mueven con total impunidad por los pasillos comunitarios, son quienes presionan para dictar la política de los países comunitarios. Y por eso querían evitar que el Reino Unido fuera una excepción. Ellos, al igual que los ciudadanos de otros países, han participado en la construcción de su futuro y en un momento determinado de hace tres años se les preguntó si deseaban formar parte de la UE, lo cual es muy loable. Ganó el ‘No’. Aquí en España nunca ha habido político alguno que se haya atrevido a plantear la convocatoria de una consulta similar. Quizás sea porque a estas alturas arrastramos todavía un complejo de marginación de Europa que data del siglo XIX. Lo que resulta claro es que la abrumadora victoria de Johnson es una lección para Bruselas de que quienes deben decidir su futuro son los ciudadanos y no los burócratas comunitarios. En definitiva, al primer ministro lo han votado los británicos, pero ¿tuvo usted oportunidad de votar a la nueva presidenta de la Comisión Europea?

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