Los okupas del CIS
Ya nos explicamos por qué se tuvo que incrementar el presupuesto del CIS; la realidad es que ahora el Centro de Investigaciones Sociológicas tiene que mantener a dos equipos, el que normalmente se encarga de los estudios demoscópicos, que hoy por hoy hace funciones subalternas, y el que se dedica a la propaganda y el dirigismo sociopolítico, que, tanto para señalar objetivos como para alcanzar las conclusiones que los satisfagan, se gestiona directamente desde Moncloa.
Y claro, la desinformación del CIS paralelo tiene la doble función de evitar la pérdida de incentivos en los potenciales votantes y de mantener el nivel de resiliencia del sanchismo. Porque saben que las patrañas del CIS tienen su hueco mensual en la apertura de los telediarios y, aunque ellos no se las creen, sí que creen que nosotros nos las creemos y, de ahí, sacan la fuerza para intentar voltear las estimaciones reales y convertir en realidad sus estimaciones falsas.
Esa situación obliga, por tanto, a atacar en cualquier oportunidad, y en estos días ha tocado echar mano del problema del acceso a la vivienda para desplegar toda la capacidad de tergiversación y de engaño. La faena la empieza el propio CIS, al que se pide que resitúe el problema entre las principales preocupaciones de los españoles. A partir de ahí se lanzan a un abordaje integral, apoyados, por un lado, en la falsa promesa de incorporación al mercado de un número tan fantasmagórico de viviendas, que desaparecen, como el silencio, en el momento que lo pronuncian, y, por otro, desempolvando, con la orientación más populista, el proyecto de Ley de Vivienda.
Ya olía mal la propuesta del Gobierno de febrero del 2022, pero el acuerdo de ahora es puro detritus. No hay nada en buen estado: ni el subjetivismo para la declaración de zona tensionada, ni los topes en las actualizaciones, ni las indexaciones artificiosas obviando el IPC, ni las restricciones y dificultades para los desahucios; nada se puede salvar de una norma intervencionista que, en la lógica de los partidos antisistema que la inspiran y la impulsan, parece contemplar la okupación como solución para cumplir con el derecho constitucional a la vivienda y como forma aceptable de acceso a la misma. ¡Es lo que pasa por llevarte un pirómano a apagar un incendio!
En el Gobierno saben perfectamente que una ley así será inútil en una parte y contraproducente en el resto, y por eso van a esperar para aprobarla en el ocaso de la legislatura, asegurando que sus efectos, que es imposible que sean buenos, no lleguen a verse antes de las elecciones.
Pero dejemos la digresión de la vivienda y volvamos al CIS, que, mes tras mes, cumple con el objetivo que le marcan sus okupas de Moncloa y que este mes era asignar de golpe una intención de voto del 10% a SUMAR. Que sea a costa de quitarle 4 puntos a Podemos parece creíble, pero José Félix… ¡que 2 puntos sean a costa del PP y que el PSOE pierda sólo uno parece un poco excesivo!
Eso sí, Yolanda Díaz sigue siendo el ojito derecho de los cocineros del Centro. No se mueve del cuasiaprobado con el que lidera la valoración de los políticos. No la alcanza ni el desgaste de su jefe Pedro, ni los ataques de su ex jefe Pablo; ni el descrédito de sus socios periféricos, ni los excesos de las otras ministras podemitas, aunque ella misma también siguiera encastillada en la defensa de la Ley del sí es sí.
Pero lo más insólito es que salga sin un rasguño de sus gilicharlas o de la entrevista con Évole. El farfullo es lo que hablaba el alcalde gangoso en Las Autonosuyas, una de las satíricas novelas que escribía Fernando Vizcaíno Casas en la transición, y el cursiñol podría ser el lenguaje cursi, vacío y estúpida y pertinazmente inclusivo con que se expresa la auto proclamada futura primera presidenta del Gobierno de España. ¿Será también cómo cuota de Iglesias?