Nueva etapa para el PP y para España: que lo necesario sea posible
Han transcurrido poco más de cinco años desde que en las elecciones generales de diciembre de 2015 emergieran dos nuevas fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados llamadas a romper el bipartidismo «imperfecto», característico de nuestra democracia parlamentaria desde 1978. Al frente de sus fuerzas políticas, Ciudadanos y Unidas Podemos, sus líderes respectivos, Albert Rivera y Pablo Iglesias, encarnaron la denominada «nueva política», por contraposición a la «vieja» representada por el PP y el PSOE, que hasta ese momento habían venido alternándose en el gobierno de la Nación.
En las elecciones generales repetidas de 2016, Podemos quedó a 300.000 votos del PSOE, y en las de abril de 2019, fue Albert Rivera quien quedó a escasamente 200.000 votos del PP. Con esos nuevos liderazgos, parecía que el final del bipartidismo estaba zanjado, pero todo fue un espejismo. Siete meses después, Rivera dimitía tras una caída vertiginosa hasta los diez diputados, y le seguiría Iglesias tras fracasar como candidato de su formación frente a Ayuso en las elecciones autonómicas de Madrid el pasado 4 de mayo.
El 5 de noviembre de 2019 se celebró en TV el tradicional debate de candidatos previo a las también repetidas elecciones de abril, y en él participaron Abascal, Casado, Rivera, Sánchez e Iglesias. De los cinco, tan sólo sobreviven dos poco más de dos años después. Por el camino han desaparecido tres liderazgos, y sus formaciones están, bien desaparecida -caso de C’s- o muy mermada electoralmente, como Unidas Podemos.
El caso del PP es distinto, porque el efímero liderazgo de Pablo Casado ha sido remplazado con prontitud por el de Alberto Núñez Feijóo sin que se haya resentido el potencial electoral y político del partido, más bien al contrario. Así pues, y de momento, de la pregonada «nueva política» apenas quedan Abascal con Vox por la derecha y Sánchez y el PSOE por la izquierda. Sobre el liderazgo de Feijóo hay depositadas muchas esperanzas, dada su acreditada experiencia con cuatro mayorías absolutas en Galicia que le avalan como gobernante y líder político. «La política para adultos», título de una reciente obra de Mariano Rajoy, parece haberse establecido en Génova -cuya venta ha pasado al olvido- y donde en ocasiones parecían producirse comportamientos más propios de las Nuevas Generaciones del partido en Madrid que de la alternativa de gobierno. Lo cual había llevado a que se llegara a afirmar que «antes, los partidos tenían juventudes, y ahora son las juventudes las que tienen partidos».
El XX Congreso nacional del PP ha sido de aclamación del nuevo líder, sin primarias -que no están demostrando sean positivas para reforzar la democracia y la cohesión interna de los partidos, más bien al contrario, a la vista de los resultados- y sin debate ideológico. La renuncia explícita a dar la batalla cultural para centrarse en la gestión, parece remitir a la experiencia ya conocida de que el PP sea el partido llamado a sanear la economía diezmada por el PSOE, mientras es la izquierda desde el Gobierno quien, con leyes profundamente ideológicas, va transformando la sociedad. Afirmar que «la igualdad no se toca», ¿supone aceptar que la política del Ministerio de Igualdad de Irene Montero va a ser mantenida por el PP? Ese concepto de la Igualdad no tiene nada que ver con la consagrada en la Constitución, y sí con la ideología de género propia del marxismo cultural, en las antípodas ideológicas del humanismo cristiano y del mero sentido común.
Confiemos que acabe imponiéndose la afirmación de Rajoy en el Congreso acerca de la opinión que le merece el «todos, todas y todes». La prueba del algodón para el nuevo PP será su relación con Vox, que parece ser un partido que ha venido para quedarse. Si el PP quiere ser alternativa al sanchismo, va a tener que contar con ellos. Otra cosa es si se trata de gestionar la economía para sanearla, para lo cual bastaría un acuerdo con el PSOE que permitiera la investidura. Feijóo parece optar por ser alternativa al actual Gobierno, pero una mayoría absoluta como en 2000 y 2011 no parece tarea fácil.
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