No son feministas sino niñatas

No son feministas sino niñatas

No se sabe por qué a la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez Martínez, desde niña sus amigas la llamaban Pamela, apodo que acabó quedándose en su actual nombre de guerra Pam, Pamuchi para los más íntimos. Quizá tenga algo que ver con ese tuit que publicó en 2017, siendo ya diputada, en el que decía: «Quiero ponerme vestidos transparentes de purpurina, sentirme deseada y que esto sea un acto radical de feminismo». Resulta fácil imaginarse a Pamela con un vestido transparente de purpurina, ¿verdad? A la auténtica Pam la descubrimos muy pronto, allá por 2016, cuando OKDIARIO tuvo acceso al grupo de chat en el que la amiguita de Irene Montero llamaba «puta coja» a Carmen Santos, que resulta ser la candidata que había ganado contra Pam las primarias de Podemos Galicia y que tiene movilidad reducida. Conceptos como igualdad, feminismo y sororidad adquieren un sentido amplio cuando se llama «puta coja» a la compañera que te ha vencido.

El currículum de Pam está a la altura del de su ministra de Igualdad. Estudió un grado en Filosofía y posteriormente cursó dos máster: uno en Arte Contemporáneo y otro en Malos Tratos y Violencia de Género. Con 26 años y sin haber trabajado nunca, salió elegida diputada por En Marea. Cuando en 2019 Yolanda Díaz le arrebató el único acta de diputada que Podemos logró en Pontevedra, el partido le compensó el sacrificio incorporándola al gabinete de la ministra de Igualdad, como asesora parlamentaria. Puesto desde el que fue ascendida en 2021 a la secretaría de Estado, con una retribución anual de 120.000 euros. Sus datos en la lucha Contra la Violencia de Género, que es por lo que cobra esa barbaridad, son dignos del cese inmediato. Diciembre de 2022 fue el mes con más mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas en dos décadas y el año cerró repitiendo las malas cifras de 2021, pese al gran incremento del presupuesto destinado supuestamente a reducir ese dato.

Claro, que no todo el presupuesto de Igualdad se destina a la lucha contra la Violencia de Género, como debería. Este verano Irene Montero se fundió 9.000 euros mas lo que costara el Falcon, que utilizó como si fuera un jet privado para llevarse a su ‘cuchipandi’ de amiguitas más íntimas de escapada para hacerse fotos en Nueva York. Junto a la ministra posan sonrientes en zapatillas y minifaldas vaqueras su amiga y asesora a sueldo Isa Serra, su amiga y directora de Gabinete a sueldo Lidia Rubio, junto con su amiga y secretaria de Estado a sueldo Ángela Rodríguez. En tres días esta pandilla de amigas se fundió 4.414,64 euros en alojamiento, 3.757,98 euros para traducción ¿?, 506,55 dólares (502,09 euros) por el concepto de ‘transfer’, 224,24 dólares (222,27 euros) para manutención y 19 euros para atención protocolaria; si es que hacemos como que nos creemos sus cifras.

Por 120.000 euros al año, Ángela Rodríguez Pam no consigue reducir la cifra de mujeres maltratadas, pero en cambio se ríe a carcajadas de la excarcelación de violadores, al tiempo que expresa su convencimiento de que las rebajas de penas no tienen ninguna importancia. «¡Oleadas de violadores a la calle!», gritaba entre risas. La última de Purpurina Pam ha sido reconocer en un vídeo de TikTok que, con la nueva ley Trans impulsada por Irene Montero, si un hombre se cambia de sexo y agrede a una mujer no podrá considerarse violencia de género o violencia machista, con lo que su condena será mucho menor. Ya han beneficiado a más de 500 violadores y ahora van a empezar a beneficiar a los maltratadores, porque en realidad estas niñatas no son feministas, sólo han usado el feminismo como trampolín para alcanzar unos sueldos con los que no podrían soñar por sus propios méritos. Lo suyo no es feminismo, sino ‘niñatismo’. Pero abandonemos toda esperanza, si la ascendieron cuando descubrimos que llamaba ‘puta coja’ a la compañera con movilidad reducida que le había ganado unas elecciones, no la van a echar ahora por reírse de la excarcelación de violadores o anunciar que van a favorecer a los maltratadores.

 

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