No queremos ser héroes
Millones de catalanes y vascos no secesionistas no queremos ser héroes. Solo queremos ser ciudadanos de pleno derecho en nuestra nación, un país democrático que se llama España. Pero no podemos, porque en Cataluña o el País Vasco tenemos que elegir entre ser héroes, o ser silentes. Hemos de escoger entre luchar contra el totalitarismo separatista de Puigdemont, Junqueras, Urkullu o Otegi, o en ponernos de perfil para evitar problemas con el vecino de JxCAT, el cuñado de la CUP, el casero del PNV o el jefe de tu oficina que es de ERC.
Muchos catalanes, y vascos, no secesionistas nos sentimos solos, porque los sucesivos Gobiernos de España no se han tomado en serio el desafío que el secesionismo lleva preparando contra nuestra democracia. Unos dejando hacer, y otros pactando durante años con los nacionalistas. Buena parte del territorio catalán y vasco son zonas hostiles para todos aquellos que quieran reivindicar que nuestro país es un Estado de derecho, en el que se han de respetar las leyes de las que nos hemos dotado todos los españoles. En la Cataluña de los lazos amarillos, que es más del setenta por ciento del territorio de esta comunidad autónoma, alzar la voz contra la estelada y reivindicar la rojigualda significa pagar un alto precio. De entrada, el desprecio de tus convencinos y la muerte civil. Y lo mismo en amplias zonas de Vizcaya o Guipúzcoa.
Eso obliga a aquellos catalanes y vascos que, por dignidad, quieren defender sus derechos civiles, a convertirse en héroes. Aquellos que combaten el separatismo para no acabar siendo ciudadanos de segunda, han de seguir un camino lleno de baches y dificultades. Y en una democracia nadie ha de ser un héroe. El totalitarismo separatista debería ser combatido por el Estado de derecho, por todos los poderes de un país que han de velar por la igualdad y el bienestar de todos los españoles. No por ciudadanos que se juegan el tipo ante los abusos de los nacionalistas.
Por desgracia, esto no es así. Mientras la Generalitat de Cataluña, o el gobierno autonómico vasco, trabajan para crear ciudadanos de primera, y ciudadanos de segunda, nadie les planta cara y les responde desde la Administración General del Estado. La presencia del Gobierno de España en estas dos comunidades es cada vez menor, y los aparatos de propaganda de PNV, JxCAT, Bildu o ERC están consiguiendo que todo lo que suene a “España” sea para muchos vascos y catalanes lo mismo que “dictatorial”.
A Torra, cuyos comentarios despreciativos hacia los millones de catalanes no secesionistas le invalidarían para ejercer cualquier cargo público, no hay que recibirle. Hay que combatirle democráticamente. No hay que intentar atemperarlo, se le ha de exigir que cumpla las leyes. No hay que darle más dinero sin control, lo que hay que hacer es evitar que malgaste dinero público en propaganda separatista. Y lo mismo con los “sensatos” del PNV y los “rehabilitados” de Bildu.
Por desgracia, lo que aquí decimos no es solo un problema de País Vasco y Cataluña. Otras regiones como Navarra, Aragón, Baleares o la Comunidad Valenciana corren el mismo peligro. Y como nos descuidemos, también Galicia. Lo que debería ser una prioridad nacional se evita afrontar con seriedad y decisión para no “molestar” a una miríada de partidos de profunda raíz antidemocrática. Y lo que debería hacer el Estado, lo acaban haciendo un puñado de “héroes” que nunca quisieron serlo, porque lo único que buscan es ser ciudadanos libres e iguales de su país. Un país llamado España al que no quieren ver roto y convertido en media docena de dictaduras regionales gobernadas por nacionalistas.