No es bienvenido, Mr. Sánchez

Sánchez Bildu

Mr. Sánchez acaba de regresar de la Casa Blanca y ha aterrizado en España cual Mister Marshall en la inolvidable película de Luis García Berlanga, con la maravillosa interpretación de Pepe Isbert en el papel del alcalde de Villar del Río, pequeña localidad donde nunca pasaba nada hasta que llegan los americanos al parecer para regar de dólares a sus vecinos. Como también habla inglés, Biden le ha presentado como un gran líder internacional, aunque no haya querido acompañarle en su estelar rueda de prensa en Washington, en la que la única novedad anunciada es que «no es decente» lo que ha hecho su preferido y prioritario socio EH Bildu, una manera suave de decir que es una «indecencia».

Ya en España es difícil sustraerse a la actualidad de la campaña electoral en la que estamos sumidos, al menos ahora oficialmente, convirtiéndose en una subasta continua y continuada de «promesas» que aumentan cada día por parte de Sánchez, disparando con «pólvora del rey» que ya asciende a 45.000 millones de euros en forma de bonos culturales para dieciochoañeros que ya pueden votar, de ayudas para pagar la entrada de las hipotecas, de ofertas de decenas de miles de pisos «dignos, sociales y públicos», de subvenciones para los jubilados para ir al cine por dos euros.

Ciertamente, este enfoque escogido para glosar la campaña sanchista es irónico y cinematográfico, pero muy adecuado, una vez conocida la sobrevenida afición por el séptimo arte del líder socialista y la promoción del mismo para los —supondrá él— ociosos y aburridos jubilados, que podrán distraerse los martes en el cine a low cost. Habrá pensado que es una buena idea ante la situación en la que nos encontramos, y precisamente para no ahondar en la que España está sumida, que no alimenta los motivos para el optimismo. Hasta los ex pacientes de cáncer están/estamos favorecidos en la tómbola. Y que conste que hemos aludido a «promesas» electorales conscientes del significado del término porque, dado el valor acreditado que tiene la palabra de Sánchez, parece poco razonable que a estas alturas alguien crea en ellas. Pero pretender interpretar el papel de Mister Sánchez es excesivo en la España de 2023, a 70 años de la España de la película estrenada en 1953; o esperemos que así sea. Dentro de apenas dos domingos, en las urnas, podremos comprobar si esto es cierto o es una ilusoria presunción.

En su mitin en la capital castellanomanchega, Sánchez ha querido salir al paso de la expresión «sanchismo» aludiendo a que se puede hablar de «felipismo», «zapaterismo» como ahora de «sanchismo», pero que en realidad todas ellas son expresiones de «socialismo». Pues si se trata de eso, habrá que convenir en que a la actual versión sanchista del PSOE, le es de aplicación aquella frase que acuñara Alfonso Guerra al ganar las elecciones por una gran mayoría absoluta en octubre de 1982, respecto a la España que dejarían tras su paso por el Gobierno: «No la va a conocer ni la madre que la parió».

Feijóo se ha comprometido a «derogar el sanchismo» si gana las elecciones, lo cual es un buen eje de campaña, aunque requiere precisar adecuadamente qué se entiende por esa idea, en principio tan atractiva. Como sugerencia, hay que derogar las formas y el fondo. En cuanto a las formas, la recuperación del valor de la palabra dada al menos en campaña electoral, para evitar el fraude, el engaño y la mentira como herramienta política. No es preciso comprometerse ante notario, que ya demostraron los nacionalismos catalanes su valor, pero no puede repetirse el fraude cometido por Sánchez en cuanto a sus pactos. Respecto al fondo o contenido normativo, las leyes de memoria obligatoria deben ser derogadas totalmente en su espíritu y su letra. La ideología de género no puede seguir alimentada por un Ministerio de Igualdad que debe ser suprimido junto con ella, y no se puede formar un Gobierno de más de 13/14 carteras. Por último, pero no menos importante, por tratarse de cuestiones de conciencia, aclarar la posición ante el aborto, la eutanasia y el denominado matrimonio entre personas del mismo sexo y su «derecho» a adoptar menores.

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