Los nefastos PGE que ya han llegado

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Desde finales de 2018, España no tenía unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) ordinarios, sino que vivía una doble prórroga consecutiva de aquellos últimos  presupuestos del Gobierno del PP. Eso es completamente anómalo, pues no sólo se prorrogaron las cuentas, sino que, con ellas, se extendió la inestabilidad política, económica y presupuestaria que surgió a partir del triunfo de la moción de censura. Donde antes había cuentas, estabilidad y confianza, pasó a haber prórroga presupuestaria, inseguridad e incertidumbre.

Esto es grave, porque no tenemos política económica desde el punto de vista fiscal -la monetaria está entregada al BCE- y la economía necesita unas líneas claras de actuación con las que prepararse ante la situación de desaceleración económica que está viviendo, cada vez de manera más intensa.

Ahora, después de tres ejercicios con las mismas cuentas, se han aprobado y acaban de entrar en vigor unos nuevos PGE para 2021. Es cierto que lo ortodoxo es que para cada año se disponga de unos presupuestos que ordenen clarificadoramente las cuentas, con el establecimiento de los créditos presupuestarios correspondientes y la estimación de los ingresos. Ahora bien, una cosa es que cumplan con la ortodoxia y otra muy distinta es que sean positivas para el conjunto de la economía.

Al analizarlas, podemos observar que los presupuestos que el Ejecutivo ha sacado adelante con el concurso no sólo de sus socios podemitas de Gobierno, de los independentistas de ERC, del PNV y parte de JxC, no es que no sean positivos para la economía, sino que son nocivos para la misma, por los graves desequilibrios que va a generar en ella, adicionales a los ya existentes derivados de la pésima gestión sanitaria y económica del Gobierno en la actual pandemia.

Como dijo el gobernador del Banco de España hace unas semanas, los ingresos son extraordinariamente optimistas, los gastos serán mayores que los presupuestados, con elementos de desequilibrio estructural importantes, como el abandono del factor de sostenibilidad en las pensiones y el aumento del sueldo de los empleados públicos un 0,9% en un entorno de nula inflación, una terrible subida de impuestos y unas previsiones macroeconómicas desfasadas, que no recogen la realidad de las nuevas restricciones, que ahondarán en la caída económica.

Debería haber sido devuelto este proyecto de PGE para que el Gobierno presentase otro con gasto limitado y eficiente, sin subir impuestos e incluso con la bajada del de Sociedades, para atraer inversiones, y con reformas que generasen confianza, certidumbre y seguridad jurídica, pero no eso no ha sucedido, de manera que empezamos a adentrarnos en un sendero de profundo desequilibrio económico como el que incentivan estos PGE.

 

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