La necesidad de una política económica sensata

La necesidad de una política económica sensata
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Todo parece indicar que se repetirán las elecciones generales y que, así, el 10 de noviembre tendremos que volver a votar para elegir Cortes Generales y, en última instancia, a partir de la composición de fuerzas en el Congreso, lograr la elección de un presidente del Gobierno.

Desde finales de abril, España no tiene un Gobierno con la plenitud de facultades, pues se encuentra en funciones, elemento que se ha alargado en el tiempo y que prorroga la inestabilidad política, económica y presupuestaria que surgió a partir del triunfo de la moción de censura. Donde antes había cuentas, estabilidad y confianza, ahora hay prórroga presupuestaria, inseguridad e incertidumbre.

Esto es grave, porque no tenemos política económica desde el punto de vista fiscal -la monetaria está entregada al BCE- y la economía necesita unas líneas claras de actuación con las que prepararse ante la situación de desaceleración económica que está viviendo, cada vez de manera más intensa.

Sánchez parece indiferente a esto, como le resulta indiferente aplicar una política económica u otra, siempre que él pueda conservar la cabecera del banco azul. Las líneas de política económica que ha enviado a Bruselas en la actualización del plan de estabilidad sabe que no son viables, porque la economía española no puede soportar más gasto ni puede recibir un duro golpe con una subida de impuestos tan importante como la que se refleja en dicho documento.

Ahora bien, lo que es una incógnita es si Sánchez ha presentado esa actualización para no llevarla a cabo, al igual que presentó el proyecto de Presupuestos, para que le fuese devuelto, y tras las elecciones, si gana, intente conformar una alianza sin los comunistas -sin su apoyo, ni desde dentro del Gobierno ni desde fuera- o si realmente, pese a conocer que esa política económica perjudicaría seriamente a España, pretende ejecutarla para seguir él en el poder.

Lo único cierto es que pasa el tiempo, cada indicador que se publica se deteriora y no contamos con una política económica sensata, más allá de la prórroga de los presupuestos. Esto genera mucha incertidumbre en la economía, que es una de las peores cosas que pueden pasar, porque retrae el consumo y la inversión y empeora las expectativas y, con ello, la actividad económica y el empleo.

Por eso, sería vital que una opción de política económica liberal-conservadora pudiese imponerse, pero con la disgregación actual se antoja difícil, salvo que Ciudadanos y Vox aceptasen, al final, la alianza propuesta por el PP. España necesita ajustar el gasto, no subir impuestos y bajarlos en cuanto sea posible, mantener las buenas reformas y ampliarlas e intervenir lo menos posible en la economía. Si Sánchez no tiene esa responsabilidad, deberían tenerla los partidos de centro-derecha: uno ya ha propuesto la colaboración, pero los otros dos la rechazan. Estos últimos deberían recapacitar para evitar que la economía española se deteriorase más.

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