Ministro, no está tan claro con quién vamos

Israel Hamás

Este lunes, 7 de octubre, el Ministerio de Asuntos Exteriores emitió un comunicado con motivo del aniversario de los atentados contra Israel del 7 de octubre del año pasado. Con este escrito, en el que se recuerda el compromiso con la paz y la determinación en «combatir el antisemitismo y toda forma de odio y discriminación», el canciller Albares cree que nadie puede dudar de la posición del Gobierno. ¿De verdad qué no, señor ministro?

Porque, teniendo en cuenta políticas globales y actuaciones concretas del Gobierno y las numerosas declaraciones de varios de sus miembros, de lo que se duda es de la sinceridad del comunicado de ayer.

Y es que es muy difícil compatibilizar la «tajante condena» de los «atroces atentados terroristas» con las negativas a repudiar los ataques de Hamás por parte de la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, o del ministro de Cultura, Ernest Urtasun; o con las acusaciones de genocidio al gobierno israelí a las que se suma también la ministra de Defensa, Margarita Robles.

Y es de verdad muy difícil creer en el compromiso con la pacificación y con la ‘solución de dos Estados’ si, a la vez que se realiza un extemporáneo reconocimiento del Estado palestino (que se ha demostrado completamente inútil), la vicepresidenta Yolanda Díaz entona, a coro con la gran mayoría de los grupos políticos del sanchismo, el reivindicativo slogan antisemita del «From the river to the sea / Palestine will be free».

Pero, además, oyendo lo que sienten y lo que dicen los dos bandos sobre la posición española, es difícil reconocer que el Gobierno esté incondicionalmente con un Estado democrático y con su derecho a defenderse, y no con un grupo terrorista que utiliza criminalmente a la población palestina para combatir a ese Estado y que tiene como único objetivo el exterminio del pueblo judío.

De todas formas, bien sabemos que la verdad y la coherencia no son atributos de este Gobierno, y tampoco de su política exterior. En otro conflicto, el de la invasión rusa de Ucrania, por momentos parece que el apoyo a los ucranianos se hace arrastrando los pies, en un seguimiento perezoso de lo que hacen nuestros socios comunitarios. A la vez, no para de aumentar la compra de gas y petróleo ruso (con lo que ayudamos a financiar su «operación militar especial») y no se desautoriza al lobby pro-Putin, del que forman parte varios ministros y casi todos los socios de Pedro Sánchez.

Y esta situación, que es a la vez de incoherencia intra-gubernamental y de desalineamiento con la política exterior de las potencias occidentales, es tan evidente como habitual. Por eso tampoco tenemos claro si en Venezuela estamos incondicionalmente con Edmundo González, con la democracia y con el pueblo venezolano o si vamos a seguir con las componendas del plenipotenciario Zapatero para salvar al régimen chavista.

Podríamos seguir con la claudicación ante Marruecos y el abandono de nuestra responsabilidad con el pueblo saharaui, o con la indolencia ante las provocaciones de Gibraltar, o con el absurdo conflicto con Argentina, o con las erráticas políticas migratorias (en las que se pasó de ir a recibir al Aquarius a las hostilidades con el OpenArms o a las devoluciones en caliente de menores en Ceuta).

La realidad es que no se recuerda una situación tan caótica en la diplomacia española; nunca se había practicado un abordamiento tan ideológico, sectario y poco profesional de los asuntos y conflictos internacionales. Los últimos ministros han sido meros monaguillos del amo Sánchez y no se han atrevido a explicarle que la diplomacia se ejerce construyendo alianzas fuertes, leales y duraderas, con posicionamientos estables que se mantienen con independencia del color de los gobiernos que haya en cada momento. Deberían recordarle que los EEUU será la primera potencia del mundo, con la que debemos reforzar las relaciones estratégicas, aunque gane Trump las elecciones; que Argentina es un país hermano, aunque gobierne Milei; y que, aunque no le guste Netanyahu, Israel es una democracia plena y un sólido aliado que debe ser respetado en su legítimo derecho a sobrevivir.

Así que, señor ministro, no dé por hecho que se han disipado las dudas sobre el posicionamiento del Gobierno de España. El comunicado es demasiado escueto y demasiado equidistante y encierra claros reproches a Israel, que hace un año fue la única víctima. Por eso, reiterar la condena de los atentados… ¡Qué menos señor ministro, pero qué poco!

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