El mayor dinamitero de la Constitución es Pedro Sánchez

Constitución

Mucho se ha hablado de la propuesta del lehendakari Iñigo Urkull de celebrar una convención constitucional para «reinterpretar» -menudo eufemismo- la Carta Magna para reconocer al País Vasco, Cataluña y Galicia como naciones, pero esa idea ya la defendió en 2017 el propio Pedro Sánchez. De ahí que la iniciativa del PNV haya sido recibida en primera instancia con los brazos abiertos por el PSOE. En febrero de 2017, cuando lanzó su carrera a las primarias del PSOE que terminarían devolviéndole a la secretaría general del partido, Sánchez se comprometió a reformar el artículo 2 de la Constitución para convertir España en una nación de naciones.

Por fortuna, aunque Sánchez esté dispuesto a dinamitar la Constitución, el procedimiento para reformar un artículo del Título Preliminar de la Carta Magna no es nada sencillo, porque los artículos que consagran los derechos fundamentales, como los del Título II que regulan la Corona, están sujetos -como no podía ser de otra manera- a un complejo mecanismo que obliga a un respaldo de dos tercios del Congreso y el Senado, la convocatoria de elecciones generales, la ratificación por las Cortes Generales que salgan de las urnas y celebración de un referéndum. Todo un sólido blindaje previsto, precisamente, para evitar que cualquiera dispuesto a vender la soberanía nacional por un puñado de votos pudiera salirse con la suya.

Es como si los padres de la patria hubieran pensado en su día en el riesgo de que algún día llegara un Pedro Sánchez dispuesto a volar la Constitución. Por eso idearon ese blindaje que hoy resulta vital para impedir que el sanchismo recurra a la piqueta. En definitiva, que eso de la nación de naciones, por mucho que quiera Pedro Sánchez, es a día de hoy imposible. Ni con los apoyos de socialistas, comunistas, separatistas y nacionalistas de todo tipo de pelaje la propuesta saldría adelante. Lo que viene a confirmar que el mayor dique de contención contra los enemigos de España es la propia Constitución española. Por eso, ni tocarla.

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