Más allá de La Rambla

Más allá de La Rambla
Una mujer con burka en Berlín (Foto: Getty).

La enorme diferencia entre España y otros países en materia antiterrorista es que acá nos liamos a garrotazos cada vez que hay un atentado y allá responden todos a una cuando el islamofascismo asesina con tanta delectación como poco fin. No nos bastó con ese terrible 11-M en el que dimos al mundo una lección de lo que nunca hay que hacer en estos casos con terribles acusaciones mutuas y malnacidas acusaciones de golpe de Estado (véase Pedro Almodóvar). Tal vez por eso me abochorna tantísimo como ciudadano el espectáculo que hemos vivido de ese terrible jueves de mitad de agosto a esta parte. Olvidando perogrullescamente casi todos que la culpa del atentado de La Rambla la tiene quien conducía la furgoneta, sus cómplices y, obviamente, esos autores intelectuales que no viven precisamente en montañas lejanas. Y punto.

Dicho todo lo cual es obvio que los Mossos d’Esquadra no han sido precisamente unos hachas a la hora de prevenir el atentado. No tanto porque, por motivos políticos, rechazasen la instalación de bolardos o bloques de hormigón en los puntos susceptibles de ser objetivo terrorista. Si se hubieran puesto, los psicópatas yihadistas se hubieran ido a otro punto, un paso de cebra por ejemplo, y la hubieran liado igual. Ni desde luego porque se pasasen por el arco del triunfo el aviso de la inteligencia estadounidense: es obvio que el popular paseo de Las Ramblas, el Camp Nou y la Sagrada Familia eran, son y desgraciadamente continuarán siendo puntos calientes en el imaginario de los asesinos al igual que Sol, el Museo del Prado y el Bernabéu en la capital de España. Exponencialmente más grave me parece que después de la brutal explosión de Alcanar no pusieran en busca y captura a los inquilinos y no se subiera, siquiera sin declararlo explícitamente, el nivel de alerta de 4 a 5. Hubiera bastado escarbar un poco para percatarse de que todos ellos eran extremistas musulmanes. Empezando por el imán Es Satty que, tal y como anticipó en exclusiva OKDIARIO, se fue por donde había venido tras ser detenido en 2009 por el juez Garzón junto a varios hijoputas vinculados al 11-M. Ésta me parece la gran falla de la reacción del cuerpo dirigido por el archifamoso Trapero y teledirigido por los políticos golpistas. Amén de la tan extraordinaria como preocupante información que hoy publica Miguel Ángel Ruiz: los perros que detectan el explosivo La madre de Satán, que se estaba fabricando en el celebérrimo chalé tarraconense, ni estaban ni se les esperaba en Alcanar. Si los hubieran empleado, otro gallo hubiera cantado porque habría quedado claro, más allá de toda duda razonable, que estábamos ante un monstruo en forma de célula terrorista.

Tan cantosa fue la (no) prevención como eficaz la reacción, desarticulando en tiempo récord una banda que campó a sus anchas y escapó al radar del CNI, la Policía, los Mossos y la Guardia Civil pese a estar compuesta por 12 personas. Detectar a un lobo solitario es tan complicado como coser y cantar debería haber resultado echar el guante a un grupo más numeroso que un equipo de fútbol liderado por un imán que atesoraba la condición de viejo conocido de la Justicia patria. El previo fue lamentable y el post brillante con unos mossos disparando a matar a una gente a la que en esas circunstancias no quedaba otra que enviar con Alá. Que, por cierto, es donde mejor están.

La gran pregunta es qué hubiera pasado si no se hubiera destrozado la unidad policial en la Transición para satisfacer a unos nacionalistas tragaldabas, que siempre quieren más, como si no hubiera un mañana. Siempre nos quedará la duda si se hubiera producido el 17-A. ¿Qué narices pintan tres cuerpos de Policía en territorio nacional? ¿Se imaginan que hubiera un FBI en 48 estados y otros de su padre y de su madre en los dos restantes? Yo no lo imagino. Y no lo imagino porque los estadounidenses nos parecerán frívolos, materialistas, prepotentes o no (a mí, personalmente, me encantan) pero no son gilipollas. Son los tíos más pragmáticos del mundo: lo que funciona no se toca y lo que no pita se cambia. Y aquí paz y después gloria. Espero, confío y deseo que Mariano Rajoy dé un puñetazo encima de la mesa, cambie la ley y establezca un mando único policial. Todo lo demás es regalar armas a un enemigo que aprovecha todas y cada una de las facilidades que les regalamos. Aunque lo más lógico sería integrar a todos los efectos a los Mossos y la Ertzaintza en el Cuerpo Nacional de Policía. Eso evitaría duplicidades, ocultaciones y disfuncionalidades. Sería bueno para los buenos y malo para los malos. Pero me temo que en eso no hay vuelta atrás. Como desgraciadamente no la hay en ese terreno educativo que marca el control futuro de la sociedad. Seguramente es imposible revertir totalmente esas dos meteduras de pata de la Transición. Tan imposible como posible revertirlas parcialmente.

Más allá de la polémica stricto sensu, en la que los unos culpaban a los otros y los otros a los unos, queda pendiente en el horizonte el debate del que nadie quiere hablar por miedo a que le tilden de “islamófobo” y lindezas semejantes. A los pocos que, como Isabel San Sebastián, han sacado la cabeza se la han volado inmediatamente. Nuestra gran asignatura pendiente es el papel de una religión anclada en el medievo en la que literalmente se insta a tratar a patadas a las mujeres, a condenar al homosexual y a degollar al infiel. Tan sencillo como eso. Me pasmo viendo a progres de toda la vida defendiendo implícitamente a los islamofascistas con un método tan cuestionable como estúpido: partir la cara a todo aquél que sostiene algo tan elemental como que una religión así no tiene cabida en un estado laico en el que la Declaración de los Derechos Humanos debe ser el principio de todas las cosas. O la religión se adapta a la democracia o la religión no tiene cabida en democracia. Ni más ni menos, ni menos ni más. Los progres que tanto acusan de “islamofobia” a todo aquel que osa cantar las verdades del barquero deberían preguntarse previamente si quieren una sociedad en las que sus hijas tengan que ir cubiertas por bemoles, en la que sus hijos deban exiliarse si son homosexuales y en la que se permitan las bodas con niñas.

Aquí no cabe todo el mundo. Mejor dicho, sí cabe todo el mundo que acepte los ideales democráticos sin poner un solo pero y no venga a imponernos la oscuridad de la peor interpretación del Islam. Desde luego no hay ni debe haber sitio para gentuza que considera que la mujer debe estar al servicio del hombre, que los gais son enfermos a los que hay que ejecutar y que igualmente hay que apiolar a todo aquél que no profesa su religión, que para ellos es obviamente la única y la verdadera. Para acceder a la nacionalidad estadounidense te hacen un examen que el de abogados del Estado queda reducido a la condición de juego de niños. Tres cuartos de lo mismo ocurre cuando a lo que aspiras es a un nivel inferior, como es la obtención de la Green Card, que saltó a la fama gracias a la película Matrimonio de Conveniencia del gran Peter Weir con Gérard Depardieu y Andie MacDowell de antagonistas-protagonistas. En la hipergarantista Europa entra todo quisqui. Da igual que esté a favor de la sharia o del sistema democrático o no porque no se les pregunta ni tampoco se les instruye antes de cualquier otra consideración. Yo no quiero a mi lado gente que propugna salvajadas tales como la ablación del clítoris (práctica habitual entre musulmanes y cristianos egipcios), el matrimonio con menores, la prohibición de conducir a las mujeres, la amputación de las manos a los ladrones y la obligatoriedad del burka, el niqab, el hiyab o el chador.

Ése y no otro es el quid de la cuestión. En muchas mezquitas españolas (no son la mayoría) se imparten estas doctrinas que eran habituales antes de Cristo (incluso cuando el Islam no existía) y en la Edad Media pero que quedaron desterradas en Europa en el siglo XIX, se dieron completamente la vuelta en el XX y que hoy, en pleno siglo XXI, se nos antojan una pesadilla más propia de los primates que del ser racional que se supone es el hombre. Es el caldo de cultivo de ese imperio del mal que es el islamofascismo (no confundir con islamismo ni con Islam). El Estado estúpido que son todas y cada una de las naciones que conforman la Unión Europea deben ponerse las pilas antes de que sea demasiado tarde. Es intolerable, por ejemplo, que en algunas urbes europeas haya patrullas islámicas que se dedican a obligar el uso del velo a las musulmanas, a echar del barrio a quienes se besan con su novio o con su novia en público y a apalear a quien osa beber en unos alrededores que cada vez son más amplios. El miedito de las autoridades europeas en general y españolas en particular ha provocado que estas bandas, cuyo objetivo es implantar la sharia en sus zonas de influencia, empiecen tímida pero implacablemente a hacer de las suyas. A más a más hay que subrayar la imperiosa obligación moral que tenemos los demócratas de tutelar este debate para que la repugnante extrema derecha no se lo apropie con la vista puesta en engordar su de momento ínfimo caudal de votos. Ya se sabe: a los ultras les encanta confundir la parte con el todo. Y de eso al totalitarismo hay solo medio paso.

Mientras nosotros vamos, ellos ya han vuelto 30 veces. Los islamofascistas no son traidores porque lo avisaron: «Os conquistaremos por el vientre». Teniendo en cuenta que el índice reproductivo de los musulmanes es tres o cuatro veces mayor que el de los europeos tradicionales es de suponer que pueden ser mayoría en un siglo o antes si los malos ganan la partida a los buenos en la religión del profeta Mahoma. Tiempo más que suficiente para que hagamos los deberes. Para que, sean mayoría los unos o los otros (musulmanes, católicos o ateos), a mí eso me importa un pimiento, los derechos humanos sigan siendo el primer mandamiento de la ley de… el hombre. Que seguro que también lo es de la de Dios, Alá o quien quiera que esté ahí arriba. Si lo está.

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