Marlaska, si te queda un gramo de vergüenza, vete
Después de que la Justicia haya restituido en su cargo de jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid al coronel Diego Pérez de los Cobos, casi un año después de ser fulminantemente cesado, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, si es que le queda un ápice de dignidad y honor, tendría que presentar su dimisión e irse a su casa. Porque no vale como ministro ni tampoco como juez. La sentencia emitida por el Juzgado Central de lo Contencioso Administrativo de Madrid es un bofetón con la mano abierta a un ministro al que la Justicia acusa de cesar de forma ilegal al coronel por negarse a llevar a cabo un acto manifiestamente contrario a la ley, que es lo que pretendía que hiciera Marlaska cuando le conminó a que informara a los responsables políticos del Ministerio del Interior de una investigación sometida a la más estricta reserva por haberlo así dispuesto la autoridad judicial. Es decir, la Justicia atribuye a Marlaska una doble ilegalidad: la del cese del coronel y la de pretender burlar una decisión judicial. Dado que el ministro es juez de carrera, debería saber que lo que hizo fue prevaricar.
El fallo judicial es demoledor: «No podemos concluir más que el motivo de la decisión discrecional de cese era ilegal, en tanto que el cese estuvo motivado por cumplir con lo que la ley y el expreso mandato judicial ordenaban». Ese párrafo sería suficiente para que Marlaska, en lugar de acercar presos etarras hacia el País Vasco-el último, el sanguinario Txapote, asesino de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez y Fernando Buesa-, abandonara el Ministerio y la carrera judicial, porque quien tiene que impartir justicia no puede, bajo ningún concepto, saltarse las decisiones judiciales. Y es eso, exactamente, lo que Marlaska hizo. Un acto ilegal y cobarde que le inhabilita para la política y la judicatura.
El coronel Pérez de los Cobos es un militar honesto y leal al que Marlaska hizo un daño irreparable al poner en duda su integridad. El honor de este guardia civil de trayectoria impecable siempre permaneció intacto, pero del honor del ministro ya no queda nada.
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