Marlaska, ese hombre con cata-dura
Observé cómo el ministro del Interior había ordenado vigilar los aledaños del cine donde el pasado lunes iba a asistir al estreno de una película que, teóricamente, iba a poner en color cómo fue uno de los asesinatos más repugnantes cometidos por la banda terrorista ETA. En realidad, la cinta, dirigida por una ex ministra de ZP (también presente en el evento), toca tangencialmente aquel martirio sufrido por Javier de Ybarra.
Ese mismo día, se conocía públicamente que aquel juez que combatió en sus primeros años a los asesinos, ahora convertido en ministro –cargo que no consiguió tras muchos peloteos a Mercedes, la hermana de Rajoy- se había opuesto a que se rindiera homenaje público y masivo a los agentes policiales que terminaron por desarbolar a los terroristas, cuyos herederos políticos–se mire por donde se quiera- son socios de Marlaska y su jefe. Las pruebas aportadas son contundentes.
El columnista se preguntaba –estaba a unos metros del ministro donde se proyectaba la película- qué sentiría al ver a los hijos del industrial asesinado, su dolor, desgarro e impotencia. El hombre que hizo su gran carrera en la judicatura apoyado por el Partido Popular ha devenido en un mero disfrutante del poder sanchista, un poder que parece tener ya fecha de caducidad. ¿Puede compensar escribir justamente al revés de lo que fue su partitura hace años?
¿Después qué? ¿Volver a vestir la toga entre sospechas o logrará también engatusar a Núñez Feijóo, si es que éste, finalmente, consigue subirse al machito? Fijé la mirada dentro de la sala en una representación de las Víctimas del Terrorismo que no parecían muy satisfechas con lo que estaban viendo.
El caso Marlaska no ha sido el primero ni será el último de los seres humanos cuyos procederes se sustenten sobre la ausencia de un mínimo dígito de coherencia ética. A la banda etarra no la vencieron –si es que ha sido derrotada en lo esencial- Zapatero ni Rajoy. La obligó a disolverse y a entregar las pistolas el pueblo español y su sistema democrático donde creíamos con justeza no tenía cabida. Las preguntas para Marlaska se amontonan; de su silencio evasivo y de sus respuestas sin credibilidad caminamos directamente a la melancolía.
PD. El “héroe” de la peli padeció un secuestro de mes y medio, fue torturado hasta el paroxismo, obligado a comer hierba antes de ser “ejecutado” y su cadáver ulcerado abandonado en el Alto de Barazar. Fue mi primer editor.
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