Mariajesú y Begofundraiser

Begoña Gómez

El fin de semana ha sido espectacular. En Sevilla, Mariajesú ha jugado al juego de las sillas, para sentarse a la derecha del Rey Felipe antes de que empezara la música. Moreno Bonilla la dejó ganar para que no chillara, como buen anfitrión. Me gustaría verla hacer algo similar en otra comunidad autónoma; Cataluña me vale. Allí irían sus pies prisioneros, no se habría atrevido, ni la habrían dejado. En Madrid, se ha celebrado una de esas bodas que se ve a leguas que durará toda la vida, porque subyacen amor sincero y sólido e ideas claras y compartidas. Qué suerte van a tener esos niños Martínez-Almeida y Urquijo. Mientras Nadal disfrutaba en Sevilla y el alcalde madrileño bailaba el chotis, la que escribe estaba en un lugar de la Mancha. La plaza de toros de Brihuega (Guadalajara) se rendía enterita ante el arte y la valentía de Roca Rey, precedido por la serenidad, la elegancia y la meticulosidad de Morante y Manzanares. Ocho mil aficionados entregaditos disfrutamos del portentoso fruto del imperio del hombre sobre la bestia.

Aguante firme, el torso hacia delante, con fibra de artista, una maravillosa síntesis de encantos, como una escultura viviente, voy a dejar clara mi debilidad. José María Manzanares es uno de los hombres más guapos del mundo. Y lo afirmo rotundísimamente, con el permiso de Óscar Puente. Nos movemos en el cálido y pasional terreno del arte, sincronización de movimientos, engaño brujo, un magistral ungüento de temple y de mando. Fue una tarde emocionante, llena de belleza, sin más trucos que la verdad. No sé qué pensará Carmen Lomana, que atendía a cada muletazo, pero creo que coincidiremos en que allí estaban tres de los maestros actuales más atinados, vigorosos y honrados con el canon poético implícito en la tauromaquia. La muerte también puede ser gloriosa.

Había en la plaza una señora de mirada misteriosa, que me observaba continuamente. Me incomodó un poco durante un rato, hasta que alguien a mi alrededor comentó que era la doble de Begoña Gómez, que era su suplente en los asuntos académicos, que sabía hablar con coherencia y que era capaz de mostrar cierta elegancia en sus movimientos. Begofundraiser debía estar muy ocupada repartiendo subvenciones a diestro y siniestro, de ahí que no estuviera en la corrida de toros y mandara a su doble. La criatura sin estudios superiores, merecedora del más profundo desprecio de licenciados y doctores, trata así de amortiguar su inexperiencia y su falta de formación. Allí, en la plaza de toros de Brihuega, su doble parecía una mujer medianamente decente, se notaba que le faltaba cierta miseria por las venas, como de no haber pisado nunca un bar de alterne. Me dijeron que era ciega y sorda, y que carecía de umbral del dolor. Llevaba zapatos de seda fina, eran falsos, obviamente.

Perdonen que me distraiga, pero oigo a lo lejos ruido de pandero y tambor, repique de castañuelas. Desaparecen del horizonte Mariajesú y Begofundraiser para pasar a la vieja estampa. Tercera semana de abril. Sevilla empieza a endomingarse, ya queda poco. Encantos y pompa, el rumor del gentío, balumba fragorosa. Está bien que los foráneos se den un garbeo por la Feria de Sevilla, pero rapidito y sin dar mucho la lata. La Feria es para los sevillanos. Podemos acogerles un rato, pero pónganse los ojos negros de pasión, los labios de guinda y las mejillas de luz y rubor. En caso contrario, ni se les ocurra aparecer. Y ni que decir tiene que los Sánchez Gómez no están invitados, a la de las sillas no puede decirle nada porque nació aquí y los Almeida estarán en otras tareas más placenteras. Y como res brava me despido, “el buey suelto bien se lame”, seguiré mi camino, trotando toda feliz. Hasta la semana que viene.

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