Maduro no será el primer comunista demócrata
Nicolás Maduro es un dictador comunista heredero del narcorégimen instaurado por Hugo Chávez y ningún dictador comunista ha hecho jamás una transición voluntaria hacia la democracia. Nunca. Eso es un hecho histórico que debe hacer perder la esperanza a los pocos venezolanos que todavía piensen que van a poder echar a Maduro votando. No, eso jamás va a ocurrir y ellos mejor que nadie deberían saberlo ya.
Las dictaduras comunistas únicamente han sido expulsadas usando la fuerza o se han visto forzadas a entregar el poder por la ruina económica que inexorablemente siempre provocan. Ni en el pasado ha existido ninguna excepción a esta regla, ni en el futuro la va a haber. Sencillamente porque un líder comunista sabe que, si existe democracia y libertad, él no va a tener ninguna posibilidad de prosperar y enriquecerse como hacen siempre que controlan el poder. Tampoco es que fuera del comunismo se puedan poner muchos ejemplos de dictadores que hayan entregado voluntariamente el poder, pero es cierto que algún caso ha habido. Ahí tenemos la Transición española, liderada por los oligarcas franquistas, como también hizo Pinochet en Chile. Pero comunistas que hayan entregado el poder voluntariamente no ha habido nunca ninguno.
Tanto Nicolás Maduro como su mano derecha Diosdado Cabello, su vicepresidenta Delcy Rodríguez y numerosos ministros y militares venezolanos están sancionados por las autoridades estadounidenses por su colaboración con redes de narcotraficantes, terroristas, tráfico de armas, contrabando, blanqueo de capitales, soborno y por el robo del oro, coltán, piedras preciosas y todos los recursos naturales con los que cuenta el país. Todo esto genera un inmenso flujo de recursos con los que, además de enriquecerse personalmente, contribuyen al sostenimiento de la dictadura cubana y de movimientos afines en el resto del mundo, como, por ejemplo, fue la financiación para la creación de Podemos en España. A este descomunal expolio no va a ponerle fin unas papeletas en unas urnas.
Si pasamos lista a los líderes de la oposición venezolana nos encontramos con una lista interminable: Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Henry Ramos Allup, Leopoldo López, Juan Guaidó, Freddy Guevara… y ahora María Corina Machado y, en su nombre, el ya exiliado Edmundo González. Tristemente hay que decir que todos y cada uno de ellos han contribuido, voluntaria o involuntariamente, a darle al narcorégimen chavista una falsa apariencia de democracia tanto dentro del país como internacionalmente. Pero ellos mejor que nadie deberían saber que votar en Venezuela no sirve absolutamente para nada más que para permitir que Nicolás Maduro finja ser un demócrata. La oposición debería dejar de participar más en esa farsa y dedicarse exclusivamente a denunciar los abusos del Cártel de los Soles, que es la organización criminal dirigida desde Cuba que somete a los venezolanos.
No es decente pedir a los pobres ciudadanos venezolanos que se conviertan en mártires y entreguen sus vidas para intentar derrocar a una dictadura que controla el ejército, la policía y todos los recursos del país. Con la geografía de Venezuela y todos los generales venezolanos integrados en el cártel corrupto, una guerra civil significaría una tragedia que duraría años si no décadas, y provocaría decenas de miles de muertos. Y mucho menos puede reclamar algo así un líder de la oposición que, además de haber contribuido a blanquear el régimen dictatorial fingiendo una democracia que no existe, ahora vive tan plácidamente en el exilio. A los venezolanos, como a los cubanos, sólo se les puede pedir el heroísmo de intentar sobrevivir.
Ningún líder opositor debería volver a colaborar al blanqueamiento de la dictadura venezolana para luego dejar tirados a los venezolanos marchándose a un cómodo exilio. Venezuela es una dictadura comunista, como Cuba. Nicolás Maduro es un dictador como Kim Jong-un. Nuestro expresidente Zapatero es un colaborador a sueldo del narcorégimen, como Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero. La comunidad internacional debe denunciar todos estos hechos, al tiempo que se incautan los bienes de Maduro y todos sus colaboradores de dentro y fuera de Venezuela, intentando que esos embargos causen el menor daño posible a la empobrecida población inocente. Lo siento, pero no veo que exista ninguna solución mejor porque, repito, ningún dictador comunista ha hecho jamás una transición voluntaria hacia la democracia y Maduro no va a ser el primero.
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