Lo mejor que se puede hacer tras una mala idea es abandonarla

Lo mejor que se puede hacer tras una mala idea es abandonarla

La propuesta del PP de que la UE supervisara las negociaciones con el PSOE para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) no puede decirse que fuera una buena idea -todo lo contrario-, porque emular a Pedro Sánchez y buscar mediadores fuera de nuestras fronteras tenía un punto notable de surrealismo político. Si los socialistas dijeron sí -no nos engañemos- es porque vieron en la propuesta del PP una oportunidad para meter mano en el órgano de los jueces. El PP confió en que el comisario de Justicia de la UE, el belga Didier Reynders, jugara a favor de sus intereses, pero su marcha en marzo para aspirar a ser candidato a la secretaría general del Consejo de Europa ha roto en parte las aspiraciones populares, que ahora no tendrán más remedio que aceptar que un técnico de Bruselas supervise las negociaciones con el PSOE.

De modo que en ausencia de Reynders el árbitro elegido puede que no sea del agrado de Génova. Es lo que tiene alumbrar propuestas de este tipo: que puede quedarse colgado de la brocha ante la imposibilidad -estaría mal visto- de recusar al colegiado. Ya decíamos que lo de los mediadores externos para cuestiones internas no era una buena idea, entre otras cosas porque era darle una oportunidad a Pedro Sánchez de mover sus fichas y dejar al PP fuera de juego. Reynders se va y parece que los populares se han quedado huérfanos. Lo más sensato, llegados a este punto, es que el PP desista de su intento de que la UE arbitre sus negociaciones con el PSOE para la renovación del CGPJ. Eso de los supervisores allende las fronteras no es de recibo. Y, además, se corre el peligro de que el árbitro te pite en contra y le regale el partido al PSOE, que es un consumado especialista en el arte del amaño. Rectificar es de sabios y lo mejor sería dejarse de aventuras.

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