Lo de Feijóo

Lo de Feijóo

Restan quince días para que se oficialice su ascenso al poder popular. Lo tiene tan fácil como difícil. El linchamiento no se ha hecho esperar. Es de suponer que ya lo daba por descontado cuando, alentado por Moreno Bonilla, Mañueco y Ayuso, decidió dar el paso infinito para sustituir a Pablo Casado.

Nadie le podrá negar a Alberto Núñez Feijóo hechuras de presidente. Ni su sentido común, tan galaico como el del fundador. Dicen que está preparando minuciosamente la escenificación del cambio en Sevilla, la misma ciudad donde, hace ya 32, años José María Aznar inició su larga marcha hacia el poder.

Feijóo necesita dos cosas fundamentales. La primera, conseguir aglutinar en torno a su liderazgo, ya cuajado y maduro, y concentrar las voluntades del centroderecha. Viene con una gran tarjeta de golpes como gestor, no sólo en Galicia, sino también en el Gobierno central (Sanidad, Correos, etc…), dispone de equipo solvente y cuenta con la suficiente cintura para que no se le note si sube o baja.

La segunda, transmitir al conjunto de la sociedad española (incluidos los votantes socialdemócratas) que, en las actuales circunstancias, más importante que la ideología, es garantizar un Gobierno que se dedique a lo fundamental, esto es, resolver los muchos y graves problemas (institucionales, económicos, sociales, pervivencia de la nación, etc…) y no a crearlos. Ahora parece que hay un líder; vamos a comprobar si también hay una formación que le sustente. Que no se engañe, sus mesnadas permanecerán en primer tiempo de saludo (más allá de las inevitables confrontaciones acerca de esto o aquello, que siempre son muy sanas) si vislumbran esto: que se puede echar a Sánchez. Tampoco se confunda, no será fácil, porque juega con ventaja y ha demostrado saber aprovechar cualquier resquicio que se le ofrezca.

Luego, está Vox. Asunto difícil de roer, si bien, al día de hoy, ese tabú parece haber saltado por los aires.

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