La ley de Murphy

La ley de Murphy

Aunque la Navidad sea inminente, al Mallorca de Arrasate le ha tocado adelantar el Via Crucis. El técnico ha de asumir su parte de culpa al insistir en rotaciones para las que no dispone de plantilla ni calidad. La culpa se reparte con los ejecutivos que nunca debieron consentir la programación innecesaria de dos partidos entre semana, separados por tres días, uno de ellos ante el Barça, cuando el calendario brindaba otras opciones. Excusas a las que no se pueden acoger futbolistas a los que les cuesta mucho ganar en casa y sudan tinta china fuera en aras de su lentitud, reiteración, insuficiencia técnica, imprecisión y previsibilidad.

Con gran dolor de corazón hemos de reconocer que alguno de ellos no está para ciertos compromisos. Van der Heyden y Javi Llabrés, inactividad al margen, están para partidos fáciles de Copa del rey y Mateu Jaume Morey, voluntarioso en salida por su lado es absolutamente vulnerable en defensa. Tampoco Dani Rodríguez mantiene fuste para llevar el peso de la orquesta y si a esto le añadimos el mal día, pésimo, de Samu, la ingenuidad de Larin y el bajón, esperemos que momentáneo, de Robert Navarro, ya hemos completado el dibujo sin necesidad de extendernos en demasía.

El Celta juega con tres centrales que no tuvieron trabajo durante casi toda la primera parte. Un cabezazo de Raillo a la salida de un saque de esquina obligó a Guaita a su única intervención meritoria a lo largo de la noche. Era el prime remate visitante y se cumplían 38 minutos de partido. En el 41 y el 43, otros dos del canadiense servidos gentilmente al guardameta olívico sin necesidad de complicarse la vida.

Con el portugués Costa corriendo de un lado para otro como pollo sin cabeza, Fran Beltrán repartía partituras por doquier. Borja Iglesias provocaba al central finalmente expulsado, esta vez en su porfía con Douvikas. Hugo Alvarez recorría sin dificultad la autopista abierta sin la menor oposición y la respuesta a todo eso consistía en mover el cuero en horizontal de un lado a otro hasta ceder a la presión local o su mayor concentración y anticipación.

Trabajo tendrá Jagoba Arrasate para convencer a sus discípulos y a los oficinistas de arriba, de que, aun con 24 esplendorosos puntos, no son nadie si no se emplean al doscientos por cien y eso no de vez en cuando, sino jornada tras jornada.

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