Una ley de defensa de la republiqueta
Ya van cumplidas varias semanas desde las elecciones del 23J y en la sede socialista de Ferraz siguen dando vueltas al borrador de una suerte de «ley de defensa de la republiqueta» que suponga, en definitiva, la total indefensión e impugnación de nuestro sistema democrático ante sus adversarios.
Se hurga en los baúles del siglo pasado y del anterior para desempolvar argumentos a favor de la nueva amnistía por el 1-O. Algunos quizás piensen en aquella que propugnó el Frente Popular en la campaña electoral de febrero de 1936 para «alivio penal» de los responsables y ejecutores del golpe revolucionario de las izquierdas y de los independentistas catalanes de octubre de 1934, a raíz del cual se suspendieron el Estatuto y la Generalitat.
Habrá que tratar de coger de nuevo esa mosca por el rabo: entonces se mantuvo que el golpe armado contra el orden republicano se asestó para salvar el orden republicano. Más aún, la coalición derechista CEDA votó a favor de la amnistía de los golpistas en la Diputación Permanente de las Cortes «por la necesidad de evitar males mayores que afectarían a la propia existencia de España como nación». Amnistía cuya aprobación reprochó Clara Campoamor por realizarse bajo «el espantapájaros de la anarquía callejera» y porque «cada éxito, lejos de calmar a los extremistas, los animaba».
¿Intentarán vender hoy que el movimiento de secesión del 1-O ha sido la salvación de la España constitucional? Todo es posible, incluso que argumenten a continuación que debe recompensarse a sus promotores con la amnistía, como se hizo en 1936 con los que proclamaron el Estat catalá, condenados un año antes por un delito de rebelión militar por el Tribunal de Garantías.
«En el Derecho cabe todo», dicen ahora. Lo que cabe urgentemente en España es combatir el embebecimiento narcisista de la política, atrapada en un juego de espejos que devuelven sus reflejos hasta el infinito. Algunos se empeñan en convertir el sistema democrático, con la división de poderes y el juego de contrapesos, en un laberinto sin salida como las creaciones de M.C. Escher, donde todo se supedita a que los políticos puedan resolver los problemas penales de otros políticos, corrompiendo así hasta los propios cimientos del edificio.
De todo lo cual resulta un efecto paralizante para la sociedad española, que no sólo se resignará a que la ley no sea igual para todos, sino también acabará pensando que la solución a su agravada realidad laboral, económica, social, familiar, educativa, sanitaria, etc., pasa por amnistiar a los que trataron de derribar nuestro orden constitucional para que de todas formas no vaya a colapsar el edificio entero si se les niega tal amnistía, aunque realmente pueda hacerlo si se les concede. M.C. Escher como digo, un puro laberinto, pero con el espantapájaros denunciado por Clara Campoamor haciendo de Minotauro. Cada éxito, lejos de calmarlos, les anima.
Ya se les ha entregado un rosario de claudicaciones por un puñado de votos, como los indultos contra el criterio del Supremo, porque no hay arrepentimiento, la supresión del delito de sedición o la rebaja de la malversación. Una cadena de genuflexiones que pretende demostrarnos que esta es una democracia de todos, pero donde solo la izquierda y los independentistas tendrían bula para retorcer la Constitución y las leyes como les plazca, al dictado de la arbitrariedad, la desigualdad y la injusticia.