Lecciones extremeñas

Lecciones extremeñas
En su canción-poema Extremadura, el recientemente fallecido cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero describía su región como: «tierra de conquistadores que apenas te dieron nada». Y terminaba diciendo: «Ay, mi Extremadura, levántate y anda». En una entrevista concedida a El Periódico en febrero de 2020, Pablo Guerrero explicaba que había escrito este poema en su juventud, en los años 60 del siglo pasado, cuando su región era una «tierra seca, dura, llena de caciques y de pobreza», tal y como se describe en la novela de Miguel Delibes Los santos inocentes, ambientada en la misma época. El domingo, Extremadura se levantó, anduvo y le dio una patada en el trasero a sus últimos caciques. Porque el Partido Socialista, que ha dirigido la región durante 36 de los 42 años de gobiernos autonómicos, se había convertido en lo más parecido a los antiguos señoritos rurales, acostumbrados a cambiar prebendas por votos con el mayor descaro y sin ningún recato.
Hay algunos datos de la región que no son muy conocidos en el resto de España y hacen que los recientes resultados electorales deban ser interpretados con algunos matices que, en mi opinión, han sido poco tenidos en cuenta. Hay quien se escandaliza porque tanta gente haya votado a un candidato imputado. A ellos les explico que, cuando decimos que Extremadura es profundamente rural, no sé si todos nos hacemos una idea de que casi el 70% de los extremeños vive en poblaciones con menos de 50.000 habitantes, el 60% en pueblos de menos de 30.000 habitantes, y el 50% en localidades de menos de 10.000 habitantes. El Partido Socialista tiene casi 10.000 afiliados en la región. La cuenta se hace rápido: si el pasado domingo las urnas recibieron 136.017 papeletas del PSOE, cada afiliado de cuota logró llevar a los colegios electorales a poco más de 13 personas; que son él mismo, su familia y no todos sus amigos y enchufados en unos pequeños pueblos en los que todos se conocen y los favores se pagan.
Se repite con frecuencia que el sector primario es fundamental en la economía extremeña porque su peso es mucho mayor que en el resto de España, pero la agricultura, la ganadería y las actividades cinegéticas apenas aportan un 9% al producto interior bruto (PIB) de la región, que es mucho comparado con el 3% que representa a nivel nacional. Pero, en realidad, el campo solamente aporta un 9,3% de los empleos extremeños. Extremadura se ha convertido en una región de funcionarios. El 25% de los trabajadores extremeños son empleados públicos, más de la mitad de ellos funcionarios de carrera. Y a los más de 100.000 extremeños que trabajan para la administración es a quienes menos gracia ha hecho el escandaloso caso del hermano músico de Pedro Sánchez, enchufado a dedo en la Diputación de Badajoz con una retribución de alta dirección superior a la de un funcionario A1, para pasarse los años tocándose la barriga, sin aparecer por un despacho que ni siquiera sabía dónde estaba.
Estas circunstancias no son extrapolables, por ejemplo, a Aragón, donde el PSOE tiene apenas 7.000 afiliados con un 30% más de población que Extremadura; los empleados públicos representan el 18% del empleo total y no va a presentarse como cabeza de lista un imputado por los delitos de prevaricación administrativa y tráfico de influencias. Dar por derrotado a Pedro Sánchez y por vencido al Partido Socialista sería el mayor error que podría cometer la oposición. Las particulares circunstancias de Extremadura no son en absoluto extrapolables al resto de España. Aunque María Guardiola no haya logrado la mayoría absoluta que le permita aprobar sus presupuestos sin tenerlos que negociar con nadie, que fue el único motivo por el que convocó estas elecciones anticipadamente, esta decisión se ha demostrado un gran acierto estratégico porque demuestra el inicio de un cambio de ciclo. Pero si la única conclusión a la que se llega es que el sanchismo está hundido y ya está todo hecho, Extremadura puede ser el fondo desde el que se impulse la remontada de un Pedro Sánchez que aún puede hacer mucho daño.

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